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Noctarios

Un diario consiste en la anotación de los sucesos que ocurren cada día. Un noctario, por el contrario, recoge los acontecimientos de la noche. Preferentemente los sueños.

Probablemente, la primera noticia histórica que se tiene de un noctario se refiere a un retórico de la Grecia Jónica, Aelio Arístides. En el siglo II dC se dedicó a escribir un libro donde narraba todos sus sueños. Sobre todo para demostrar sus buenas relaciones con los dioses sanadores y para ensalzarse a sí mismo. Después de él, otros autores han reunido sus sueños. Como hizo Juan Eduardo Cirlot. Pero los noctarios siguen siendo un género escaso y raro.

El sueño es como una de esas flores efímeras que crecen en poco tiempo y luego mueren. Mientras vivimos en él, tiene tanta intensidad como la vida de vigilia. Pero en cuanto salimos, comienza a desvanecerse. Todavía retenemos el perfume de lo soñado por un breve tiempo. Pero a la que comenzamos con nuestra vida diurna, se borra hasta su recuerdo.

Por eso, llevar un noctario tiene su interés. En primer lugar, porque obliga a relatar inmediatamente tu aventura onírica, antes de que desaparezca. Y después, porque constituye una especie de registro de esa faceta tan desconocida de tu personalidad. Hasta el punto de que, muchas veces, las notas escritas tienen una letra extraña. Como si no hubieses hecho tú la inscripción. Como si hubiese venido un ser oscuro de las profundidades de tu mente para apuntarlo con su propia letra. Más infantil y torpe. Igual que la de un gigante.

Y descubres también con ello hasta qué punto las casas en que has vivido, las calles de tu barrio, ocupan un papel importante en los sedimentos de tu Inconsciente. Se repiten los motivos, los escenarios. Parece como si quedases fijado a determinados lugares para siempre, aunque haga tiempo que no los habites. Pero cuando sueñas, estás en ellos. Son tu patria ensoñada.

Otra consecuencia sorprendente es que, tiempo después, no sabes de qué hablan esas anotaciones. Muy raramente eres capaz de recordar nada del sueño. Lees: "Estaba en casa de mis padres. Cruzaba la calle. Había unos monjes sin cabeza. Me llamaban por teléfono. Pasaba un entierro". Y te preguntas atónito si realmente alguna noche soñaste eso. Y por qué lo has olvidado.

Sólo los noctarios son capaces de despertar esos misterios.

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