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Palma a la vista

El pescador de Seminari

Una silueta negra surge de una pared sin dueño. Echa el anzuelo sobre un mar de asfalto. En la misma calle duerme una momia

La silueta del pescador de la calle Seminari.

Cuenta el Nuevo Testamento que Jesucristo fue pescador de hombres. Hoy semejante afirmación le daría un dolor de cabeza a nuestra sutil sensibilidad con el verbo porque somos reos de lo políticamente correcto. La sociedad líquida tiene esas manías, y esas finuras. Volvamos al pescador, esta vez no de hombres, sino al de la calle Seminari. Seguimos en la iglesia. Estamos en Cuaresma.

En la misma vía que enlaza la iglesia de Montisión, donde estuvo la sinagoga y que hoy muestra uno de los mejores portales barrocos de Palma, esa misma que conduce a la plaza de Sant Jeroni, escenario de mil instantes de puro neorrealismo italiano, se ha infiltrado una figura, una silueta negra, que ha echado el anzuelo sobre un mar de cemento. El sedal está tentando a un pez de topos butano que parece esquivar el señuelo. Hay que andarse con cuidado cuando uno nada en mares de suelo, hay depredadores siniestros. El pez escucha los pasos de quien avanza por la calle estrecha, a veces son las pisadas de los escolares del colegio cercano, otras, los cascos de las calesas con los turistas pirrados por el tipismo en busca de un instagram que colgar.

En la misma calle donde se han urdido planes de la Iglesia, donde se reunieron tantas veces para deliberar sobre el sí o el no a la intervención artística de Miquel Barceló en la Catedral, donde se han formado algunos de los curas y capellanes, donde han habido reuniones de urgencias por temas peor que polémicos, donde en un costado, en la calle Calders está la Biblioteca Diocesana, uno de los lugares donde investigar en sus más de cien mil documentos, y en el mismo lugar donde se encuentra la única momia egipcia que se puede ver en Balears, en el Museo Bíblico, un pescador se asoma al balcón reja y lanza el sedal.

Un pez de cabeza naranja llegado de un mar tropical juguetea con la liana que el hombre le arroja. Pero ha escapado de la trampa.

En la misma arteria donde se guardan fragmentos de la historia asiria, restos de las páginas históricas de la iglesia de Mallorca, donde está esa momia egipcia del siglo I a.C, se pesca en el asfalto. Se viaja al pasado a dos pasos.

Hace años, de ese mismo balcón desde el que asoma el hombre de la caña, alguien imaginó que aquellos viejos barrotes de una ventana cegada por ladrillos eran la metáfora de una ciudad prisionera. Hoy a miles de personas a las que llamamos refugiados se les trata como si fueran prisioneros, se las echa de esta Europa sin vergüenza. No muy lejos del pescador de grafiti está Càritas que está ayudando a recoger material para el pueblo sirio, varado en Lesbos, entre otros puntos del Viejo Continente que un día pidieron ayuda y hoy olvidan. Tengamos memoria. Lancemos un sedal. Seamos pescadores de personas. La llamada, a través de redes sociales, ha resultado un éxito sin precedentes pero Europa ha votado a favor de la expulsión.

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