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Sa Torreta

La última tertulia del bar Riskal

La foto de Torrelló es de la última noche del bar Riskal. La del 30 de septiembre de 1967. Los dos camareros de chaqueta blanca y corbata negra...

El Riskal, la noche de su cierre el 30 de septiembre de 1967. Torrelló

La foto de Torrelló es de la última noche del bar Riskal. La del 30 de septiembre de 1967. Los dos camareros de chaqueta blanca y corbata negra deben comentar lo mucho que allí vivieron o la incertidumbre por su futuro. Quizás uno de ellos sea Gabriel Cifre, que entró de botones y trabajó 42 años en el establecimiento. Los clientes sentados en la terraza, que en verano retiraba las cristaleras, tomaban los últimos sorbos en una velada especial. Quizás comentaban el espectáculo de Lina Morgan, que ese día actuaba en el Teatro Lírico, al que también se le agotaba la vida. Cerró menos de dos meses después. Los jóvenes que cruzan el paso de peatones entre la plaza de la Reina y lo que hoy es s'Hort del Rei se sienten inmortalizados para la pequeña historia de Palma.

El Riskal, como el Teatro Lírico o el Hotel Alhambra, murió para permitir la recuperación de los jardines situados al pie de la Almudaina. Ese día se cerraron casi 60 años de la ciudad. No es exagerado afirmar que se clausuró un estilo de vida: la provinciana -con lo mucho de positivo que tiene el término-. Casi todo el mundo se conocía y se comunicaba cara a cara, en tertulias de café, con visitas a los hogares de amigos y conocidos, y no a través del móvil o el ordenador.

Antes de ser Riskal se llamó café restaurante Alhambra y Lírico. Un compendio de los emblemáticos edificios de la vecindad. Allí se celebraron algunas de las tertulias más animadas de la ciudad. Uno de sus clientes más habituales fue el escritor Llorenç Villalonga, de quien el veterinario Pomar contaba que cada pocos años le llamaba para "castrar al gato", que siempre era negro, como si fuera el mismo felino que hubiera recuperado su virilidad. La última tertulia la formaban "los señores Costa, Aleñar, Brusotto y Riutord", decía la crónica de Diario de Mallorca: "Cuatro hombres que fueron hasta ayer asiduos concurrentes".

El corazón del Riskal dejó de latir y ya solo quedaba repartir la herencia. Los propietarios reclamaron doce millones de pesetas. En abril de 1968, el Ayuntamiento acordó pagar 6.033.000 pesetas por la expropiación. Y fin de la historia.

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