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Palma a la vista

Platería perderá a su viuda

Cuando se acabe el año, la joyería Vda. de Gaspar Piña cerrará tras más de 125 años vendiendo joyas tradicionales mallorquinas

Jaume Piña, propietario de la joyería Vda. de Gaspar Piña, junto a su mujer Francisca Munar.

¡Liquidación! La joyería Vda. de Gaspar Piña es un negocio centenario que al acabar 2016 cerrará sus puertas tras 125 años abiertos sin interrupción. Ha llegado el momento de descansar. Su propietario, Jaume Piña Forteza, tercera generación al frente, no tiene relevo. Su única hija, Magdalena, no quiere pasar la vida "en el confesionario" como ella le llama porque allí los que entran "son clientes de hace años, y quien más quien menos, te va contando cosas de su vida", señala el comerciante.

No hay tiempo para saber si a la nieta María, de 5 años, le gustaría quedarse. Ella va a la calle Platería a jugar a este lugar mágico en el que no duda en probarse todas las joyas. "¡Es tremenda!", ríe su abuela, Francisca Munar Sureda. "Está en la joyería desde hace 57 años", apunta su marido.

Desde que han pegado esos letreros en los escaparates, son muchos los que se han acercado alertados. Todos lamentan el cierre de una historia que empezó en 1981, cuando "mi abuelo, Jaume Piña, la abrió; seguiría mi padre Gaspar, y luego mi madre al quedarse viuda, de ahí el nombre que yo mantuve siempre "por tradición". Magdalena Forteza tuvo que ponerse al frente del negocio cuando su marido falleció, y con un niño de 11 meses, Jaume. Era el año de la Guerra Civil, el 36.

"¿Recuerdos? Los tengo todos porque aquí he pasado mi vida. Nací aquí arriba", señala el piso superior del local. Era habitual que en el siglo XIX y a principios del XX, los locales comerciales tuvieran vivienda en la planta superior. Las familias vivían y el negocio ocupaba el cien por cien de sus vidas. Jaume Piña estudió y a los 17 años se puso a trabajar en la joyería. "No me quedó otra. ¡Nadie me dio a elegir!".

"Palma era un poblet. Todo estaba concentrado en el centro, y si querías comprar algo, no te quedaba más remedio que acercarte por aquí. El turismo lo cambió todo. Las casas antiguas se traspasaron y dejaron de ser viviendas y se convirtieron en comercios", cuenta. No hay lamento, ni nostalgia. Sí enumera los que ya no están, la perfumería Can Lozano, los tejidos Barcelona, Can Bros, la barbería, La Estrellita, la Cordonera, los calzados Avión y "un zapatero reméndon".

Su abuelo fue joyero, pero él ya no. "No pude aprender", aclara. Se ha limitado a vender, sobre todo, joyas mallorquinas, broches de flores de oro, plata y zafiro blanco, botones de payesa, pulsera de granet de oro y plata y cruz mallorquina, "que llaman de Calatrava, pero no lo es", apunta. "Nosotros le comprábamos a artesanos como Cayetano Piña", señala Francisca Munar. Poco ha cambiado el escenario. Una reforma en el 2009 para abrir un portal y ampliar el negocio donde antes estuvo el obrador del abuelo.

Son pocas las anécdotas. El comerciante es discreto. Recuerda la visita de Carmen Polo de Franco, con su prima, la mujer del gobernador, que compró un botón de payesa. "¡Se lo cobré!", ríe. Otra clienta fue Charo Conde, la ex mujer de Camilo José Cela.

Jaume Piña teme el momento de echar la cancela. Su mujer le anima. "Si hay salud, hay muchas cosas para hacer. Ahora podremos".

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