La exalcaldesa de Palma, Aina Calvo, vive como un cierto fracaso la decisión del tripartito de demoler el monumento de sa Feixina, después de que en 2010 su gobierno municipal decidiera por unanimidad su mantenimiento tras la supresión del escudo preconstitucional y las inscripciones de exaltación franquista que llevaba.

El entorno de la exalcaldesa, que se encuentra en estos momentos de baja médica, asegura que la sensación de fracaso no es por no estar de acuerdo con la demolición, sino que se produce por la constatación de que "se fracasó en el intento de que el monumento fuera un recordatorio a todas las víctimas y de una etapa de la historia que no debe repetirse".

De todas formas, en relación a la decisión del actual tripartito de Cort de demoler el monumento al Baleares, las personas más cercanas políticamente a la exalcaldesa recuerdan que se trata de un acuerdo incorporado en el pacto de gobernabilidad, que fue aprobado por la ejecutiva del PSOE palmesano, del cual es secretaria general, y por el Consell Polític de esta formación en la ciudad, por lo que no se puede considerar que se ha tomado unilateralmente por el actual alcalde, José Hila. Según estas mismas fuentes la exalcaldesa no se arrepiente tampoco de la decisión adoptada en 2010 „que en las mismas circunstancias volvería a aprobar„ y en ningún caso se siente ofendida ni desautorizada por el actual equipo de gobierno.

Las fuentes recuerdan asimismo que la decisión debe enmarcarse en un contexto en el que el Ayuntamiento, a través de la concejalías de Cultura e Infraestructuras, y en aplicación de la Ley de la Memoria Histórica, cambió un centenar de nombres de calles, retiró la denominada cruz a los caídos del mirador de la Seu, y la placa de recuerdo a los Jinetes de Alcalá, aún en el salón de plenos.

Por su parte, Nanda Ramón, que ocupó el cargo de concejala de Cultura en el gobierno de Calvo siendo integrante del Bloc, no quiso pronunciarse sobre la supresión del monumento. No obstante, afirmó que, tras los informes que solicitaron a la UIB, quedó claro que tanto la opción de mantener el monolito desprovisto de sus símbolos, como la de demolerlo, "eran legales, legítimas y democráticas". Dijo asimismo que, personalmente, "prioricé que mi decisión no fuera irreversible", con el fin de que en un futuro se pudiera adoptar un acuerdo distinto, dada la controversia de la cuestión y que desde el primer momento hubo asociaciones, como la de la Memoria Histórica, contrarias a la contextualización del monolito y a su mantenimiento.

Ramon no se siente tampoco traicionada por el actual equipo de gobierno y sostiene que cualquier de las opciones es válida: "Hay personas que consideran que es importante que se dejen vestigios del pasado y otros creen que los elementos que provocan dolor, como es el caso, deben suprimirse".

Por último, Eberhard Grosske, que en aquel momento era teniente de alcalde, tras afirmar que su partido (EU) es partidario de la demolición, recuerda que la decisión de mantener sa Feixina se realizó en un contexto determinado y por un gobierno que con taba con el apoyo de UM. Tampoco se siente "incómodo ni desautorizado" por la decisión del tripartito y considera que no existe contradicción con lo que en 2010 se aprobó "porque en cada momento histórico cada gobierno municipal hace lo que puede".