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Palma a la vista

Alojamientos con mucha tela

En el zagúan de la antigua fábrica, aún se ve el rótulo del linaje familiar que le dio origen. L.D.

Flassaders da mucho juego. El barrio se sacudió sus costras de abandono con una operación de mejora que adecentó algunas de sus casas, aunque también a costa de erradicar a sus residentes a barrios periféricos. Suele ocurrir cuando hay operaciones de saneamiento, mejora, esponjamiento, rehabilitación. Sa Gerreria fue un dolor para algunos, para otros, un alivio. No faltó el negocio.

Incluso con la rehabilitación, la zona no acababa de levantar cabeza, aunque algunos residentes de nuevo cuño, sobre todo jóvenes con estudios superiores, decidieron dignificar la zona a la que volverían a recuperar llamándola por su nombre, Canamunt. Ese ejercicio de vida, que surgió reforzado con acciones asamblearias a raíz del 15 M, se notó. Fueron los años no muy lejanos de la Ruta Martiana que acabó colapsando un barrio que dejó su raíz de barrio artesano para convertirse en zona de marcha.

Lo que pudo haber sido una buena iniciativa saltó por los aires porque entraron en conflicto dos derechos, uno fundamental, el descanso, con otro, digamos más accesorio, la diversión. Las callejuelas tomadas por la policía local fueron una imagen deplorable. Canamunt no se merecía ser comparada, ni de lejos, con Magalluf, pero antes de alcanzar semejante disparate, se produjo el éxodo y la zona de copas se fue a otra parte. Sa Gerreria volvió a languidecer. Llegaron los del norte de Europa y vieron el filón.

En la misma semana, a escasos días para ser más precisos, que el PP se sirviera de un dibujo de Soma para hacer propaganda del grafiti urbano que tanto han denostado, incluso aprobando una normativa que era, por decirlo suavemente, una goma de borrar o una tirita en la boca, a los impulsores de un establecimiento de turismo interior en el edificio vecino, Cort les ha denegado el permiso amparándose en que debe prevalecer el Bien de Interés Cultural del centro histórico sobre la ley turística. Lo curioso es que tenía el beneplácito del Consell.

El alojamiento de turismo interior se quiere levantar sobre la que fue fábrica de telas de los Herederos de Vicente Juan (A. Ribas), cuando el barrio de sa Gerreria era entramado medieval, en el primer tercio del siglo XIX. Donde se escucharon los telares, la vibración de las hilaturas de lana y algodón, ha reinado el silencio durante décadas. En sus muros solitarios nacían dibujos. Hoy un empresario mallorquín quiere construir un establecimiento de turismo interior de esos que llaman boutique. En la actualidad, hay dos proyectos de alojamiento de turismo interior en el centro histórico de la ciudad.

Si a las playas de Mallorca, si a sus costas se les sacó toda la leche, o casi, enriqueciendo a las cuatro familias mallorquines dedicadas al sector hotelero, y movió la riqueza de la isla, hoy nos hacemos cruces. Ahora en un movimiento de espiral, se hinca el diente a la ciudad. Palma se está convirtiendo en la mejor ciudad para vivir, si eres de la Europa del norte.

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