Desde que Andy Warhol dibujó un plátano en la portada del álbum The Velvet Underground & Nico en 1966, la fruta amarilla no solo se come, se canta. El provocador Warhol creó el logo aunque olvidó firmar el copyright. Resulta del todo increíble que el pintor de los iconos del dios consumo se olvidara de tan pequeño detalle. A los pies de la banana escribió: Peel slow and see. Pela lentamente y mira. La provocación era su segunda piel, aunque en esta ocasión no cobrara.
Al parecer, la Velvet de Lou Reed y John Cale se querellaron a la Fundación Andy Warhol porque Apple utilizaba la imagen sin permiso para productos como fundas para sus tabletas. El plátano se convirtió en la manzana de la discordia. La todopoderosa fruta de Steve Jobs versus el platano de la banda de terciopelo.
Cage aseguró en su día que "Warhol no hizo nada por el disco", aunque en este emblemático vinilo figura en los créditos como productor. La batalla jurídica se puso en marcha. Al final en esta guerra de terciopelo las partes alcanzaron un acuerdo. Hasta la fecha, los términos son secretos.
En Palma, el artista Soma ha grafiteado en un fragmento de una pared callejera una lucha de poder a pisotón limpio. El sálvese el que pueda o el quítate tú pa ponerme yo está en apenas un metro de muro. La guerra de piernas tienen bajo sus pies mondas de plátano, unas sencillas armas que pueden convertirse en mortíferas si se pisa mal, o donde no toca. La violencia puede aliarse a la aparente ingenuidad. Nabokov y su Lolita lo mostraron sin fisuras. El destino fatal es un cálculo de probabilidades, una mera operación matemática como ilustró perfectamente Woody Allen en su genial Match Point. El cineasta también sucumbiría mucho antes a la banana de Warhol.
La monda de un plátano ha sido utilizada a menudo en películas de Comedy Cappers, las de El Gordo y el Flaco, para provocar la risa porque ver caer al suelo a alguien estimula la carcajada.
Es turbador pensar que todos, sin excepción, nos reímos cuando vemos a alguien darse de bruces. Hoy fragmentos de grabaciones caseras con caídas triunfan, si hay hasta programas en televisión. En el país de Warhol, en el país de Lou Reed y John Cage; en el de Steve Jobs. En Palma, en una calle cualquiera, Soma dibujó un grafiti.
El arte callejero está más en consonancia con lo que ocurre en la vida que mucho del arte contemporáneo que cuelga en los museos. Claro que no son todos los artistas que están tan ensimismados que apenas rozan la piel de la vida. También es cierto que lo suyo sucede en otro lugar, un espacio mental que solo los mejores saben transmitir a los demás.
