Este año, el equipo gobernante en Cort quería incentivar el espíritu crítico que históricamente lleva aparejado el carnaval. Para ello incluyó entre sus premios el destinado a aquellas comparsas o carrozas que expresasen sus quejas. Sin embargo, esta edición de Sa Rua no deparó sorpresas ni subió la tensión a nadie. Las reivindicaciones fueron suaves. La comparsa ganadora incluso no vindicó sino que alertó del cambio climático. Salvem els pols puso a desfilar a unos pingüinos tristes.

Una de ellas vistió a sus participantes de cruzados con la cruz de san Jorge y entre sus pendones escribieron leyendas contrarias al catalán. "Tenims cans no gossos", o "menjam sobrassadas no butifarres". Les precedía un camión vestido de tela de lenguas en el que se leía "això es mallorquí, això no". A su paso por Jaume I se escucharon unos pocos aplausos. No recibió premio.

Desde las cuatro de la tarde, hubo quien se hacía un sitio para ver en primera línea el paso de carrozas y comparsas. Sin embargo, esta edición no fue seguida por tanto público, quizá el temor de la lluvia les hizo desistir de una de las citas de la ciudad más multitudinarias. Claro que no han pasado demasiados días de la reciente festividad del santo patrono. "Siempre estáis de fiesta", carcajeaba un turista que se había hecho a ella con una nariz de payaso sobre la suya. Sus acompañantes le reían el comentario.

Novedad

Otra de las novedades de Sa Rua fue el itinerario, desde el passeig Mallorca como inicio y llegada a Antoni Maura. Pese a la importante participación de carrozas y comparsas -según Cort, unas 2.610 personas-, el desfile fue fluido en todo momento.

Sí hubo que lamentar el retraso de más de una hora. El público, pese a llevar un rato largo copando las primeras filas, no se mostró quejoso ante la demora. Los niños aprovecharon para tomar la avenida y batirse en duelo con sus espadas láser. Los padres descansaban de la espera.

Hubo quienes repitieron como los pequeños Adriana Rosselló Company, de 4 meses, y vestida de sirenita, y su hermano Martí, vestido de pirata, junto a su primo, Simó Martín Company, de Mickey Mouse, que estuvieron junto a sus padres en sa Rueta y después en Sa Rua. Lamentaron, por la tarde, que algunas personas no respetasen nada y se colaran.

Mientras el público aguardaba el inicio del desfile, algunos aprovechaban para mirar escaparates, darse una buena merienda en las pastelerías cercanas. Entre el público eran pocos los disfrazados. Incluso un niño le decía a su padre: "Disfrázate de pulpo, o de tortuga". Iba con su anorak.

Mallorca de disfraz

A un grupo de turistas les bastó con pintar de colores el sombrero de souvenir con la cinta Mallorca. La isla siempre fue un buen disfraz.

Como también es lugar de canes, así es que unos amigos disfrazaron a sus perros y a algunos les pusieron las faldas de tul y encaje. Carnaval guau guau.

Otros calentaban motores moviendo las caderas. Iban, ellas y ellos de majorettes.

Sin embargo, el desenfado, la sátira, el sarcasmo quedan lejos de un carnaval que en Palma se vive como otro desfile más. Los disfraces suelen estar comprados, atrás quedan los trajes hechos en casa utilizando la imaginación más que la cartera. Hoy a los niños se les viste de Luke Skywalker y son pocos los mayores que se animan a ponerse la careta.

"A mí no me gusta nada el carnaval, ni sa Rua ni el de Venecia", señalaba un ciudadano que tan solo pasaba por el centro de la ciudad. A otros les bastaba con ponerse una nariz roja de payaso para ponerse a reír. Sa Rua se volvió a bailar a ritmo de batucada. En una de ellas se vio al ex político Miquel Comas.