"Mireia, ¿dónde hay qué mirar?" preguntaba un estudiante despistado antes de ingresar en la Catedral. No había boda, ni concierto real. El llamado "espectáculo del 8" se ha convertido en un éxito que de año en año gana adeptos, incluso sin que muchos de ellos sepan a lo que van. Hay dos fechas, y la de ayer es una de ellas, el 2 del 2, la Candelaria, (la otra es el 11 del 11, san Martín), que propician un fenómeno lumínico, la proyección de la luz de sol que entra en la iglesia a través del rosetón mayor y se coloca debajo del rosetón menor formando un 8 perfecto. El juego de luces, de colores, de reflejos es juzgado por la mayoría con una sola palabra: mágico, pero es pura ciencia, que como bien saben muchos, a veces es prodigiosa.

"Es la tangencia de dos círculos que se tocan por un punto. Nuestro objetivo es dar a conocer el porqué sucede esto y por qué se ve lo que se ve", indicó Daniel Ruiz, quien junto a Josep Lluís Pol, integran la Societat Balear de Matemàtiques, que llevan años explicando las razones numéricas que encierran algunas de las arquitecturas de Palma.

Cuando ellos empezaron, eran pocos los que se daban el madrugón -muchos se levantan pronto porque se desplazan desde pueblos para ver el espectáculo que se produce sobre las 8.45 horas más o menos-; ahora las redes sociales han propiciado su progresión geométrica. El recogimiento se ha transformado; ayer a punto de formarse el 8 se le jaleó como si fueran las campanadas de Nochevieja.

Sentadas en la escalinata del altar mayor estaban las amigas Isabel Marqués, Neus Alvarez, Lucía Yi y Carmen Sancho. "Es la primera vez que venimos pero ya lo hemos visto por you tube", dijeron las alumnas del colegio de sant Francesc.

Joan Morell repite. Una de las tres veces tuvo mala suerte, "estaba nublado, pero vuelvo porque es único", expresó el estudiante de Historia.

De manera poética, la estudiante del IES Bendinat María Munar, expresaba: "Me ha gustado mucho porque no es necesario entender nada, solo sentir y mirar".

Otros se escapaban del lento movimiento de la luz y aguardaban en la capilla del Santísimo la culminación del 8 jugando con sus móviles. Ni Adri ni Javi sabían que estaban ante la obra de Barceló. "¡Parece un rockódromo!", dijo uno,

La cola alcanzaba la orilla del Parlament. El templo abrió su casi siempre cerrada Porta del Mar y la del portal Mayor. La luz vencía así la resistencia de las tinieblas. La Candelaria ganó.