Diario de Mallorca

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Crónica de antaño

De la casa negra a la plaza major (I)

La plaza Major albergó la pescadería de la ciudad en el solar donde antes se ubicaba la sede de la Inquisición.

El trazado de las calles del centro histórico de Palma es deudor de la antigua Madina Mayurqa, a excepción del barrio de la Almudaina, que hunde sus raíces en la época romana. Una de las características de los entramados urbanos medievales islámicos es la ausencia de plazas. Por tanto, fue a partir del siglo XIII que se configuraron estas zonas públicas en la ciudad y lo hicieron presentando dimensiones modestas y describiendo plantas irregulares. Es evidente que la plaza Major es una excepción, tanto por su dimensión como por su configuración, y ello es debido a que responde a cánones muy posteriores al de las plazas medievales.

Los orígenes de la plaza Major están intrínsecamente ligados a las leyes desamortizadoras de la España liberal de principios del siglo XIX. Antes de existir la plaza, hubo dos grandes edificios que ocupaban buena parte del solar. Uno de ellos era la casa de la Inquisición, conocida popularmente como la Casa Negra. El nombre ya lo dice todo. El otro era el antiguo convento de la Congregación del Oratorio (San Felipe Neri).

La Casa Negra era un edificio de grandes dimensiones articulado a partir de un claustro porticado. Según Diego Zaforteza Musoles, había sido construido a finales del siglo XVI, gracias a la iniciativa del inquisidor y canónigo de la Catedral Joan Salvador Abrines. En esta sede tuvieron lugar episodios terribles de la historia de Mallorca como, por ejemplo, el encarcelamiento, a finales del siglo XVII, de más de un centenar de criptojudíos que habían sido descubiertos en el momento que intentaban escapar de Mallorca para dirigirse a las más amables tierras de Liorna. Las celdas de la sede inquisitorial fueron testigos de meses de torturas físicas y psicológicas sobre todas aquellas familias, de las cuales muchos de sus miembros fueron ejecutados a garrote vil e incluso algunos quemados vivos. A principios del XIX, aún había gente presa en las mazmorras de la Casa Negra.

Por tanto, no debe extrañar que cuando el 22 de febrero de 1813, las Cortes de Cádiz decretaron abolido el Tribunal de la Inquisición, fueron muchos los que se alegraron. En Palma, el 25 de abril, fueron puestos en libertad los últimos presos de la cárcel inquisitorial, se evacuó el personal que quedaba en el edificio, que pasó a ser propiedad del Estado. Ahora bien, un año y medio después regresó el antiguo régimen. De esta forma, el 21 de julio de 1814, Fernando VII ordenó restablecer el Tribunal del Santo Oficio. Aunque la temida institución no volvió a ser lo que había sido, las fuerzas liberales no cesaron en trabajar para conseguir su definitiva abolición, que no fue firmada hasta el 7 de marzo de 1820. Al llegar la noticia a Palma -era el 16 de marzo de ese mismo año-, se produjo una especie de exaltación popular que provocó un amotinamiento en las calles. La turbamulta se dirigió enfurecida a la Casa Negra y la asaltó y saqueó. Al final, el edificio fue cerrado a cal y canto.

El Ayuntamiento no tardó en echar el ojo al edificio, pues veía en su solar la solución a uno de los problemas que tenía la ciudad: el puesto de venta de pescado, la pescadería pública. Hacía tiempo que la pescadería tradicional ubicada en la plaza del Rastrillo, o de la Pescateria -hoy conserva este último nombre-, se había quedado pequeña y no reunía las condiciones higiénicas que exigían las nuevas disposiciones sanitarias. De esta manera, el consistorio decidió comprar el inmueble al Estado con la intención de derribarlo y construir allí la nueva pescadería. El 10 de agosto de 1821 se colocó el escudo del Ayuntamiento sobre el portal de la Casa Negra y se pidió presupuesto sobre el coste de la demolición de todo el edificio. Después ordenó retirar todos aquellos materiales útiles: maderas, tejas, sillería, hierros. El derribo debía establecerse "des de la teulada fins a un palm i mitx més avall de l´empedrat de la circunferència a fi de poder-se col·locar lo empedregat". El nuevo empedrado, se entiende, de lo que tendría que ser la nueva pescadería. Como dato curioso: entre las exigencias del Ayuntamiento había la de enterrar los escombros de la Casa Negra "dins les sepultures de les iglesias de Sant Miquel, Sant Felip Neri, Sant Antoni de Viana€" y otros muchos conventos de la ciudad. El arquitecto municipal Juan Sureda Ripoll fue designado para desmantelar el viejo edificio. Finalmente, el siete de junio de 1823, el Consistorio repartió invitaciones para asistir a la inauguración de la demolición al mismo tiempo que colgaba una proclama en los diferentes sitios públicos. Allí se daba noticia de que la corporación municipal, junto al resto de autoridades insulares, irían "€a dar señal memorable por la que desaparecerá la aborrecible mole que encerraba las lóbregas prisiones en que gemían los desventurados objetos del odio y de la venganza del llamado tribunal de la Fe". La proclama continuaba con la llamada a la tranquilidad, pues "no volverá, Palmesanos, a aterrar [la Inquisición] vuestra imaginación, ni a coartar vuestra libertad; las luces han hecho demasiados progresos para que torne el imperio de las tinieblas y esos ejércitos invasores que pretenden retrasar la civilización de esta heroica parte de Europa, hallarán el escarmiento e ignominia de sus predecesores". Finalmente, el texto acababa con una exaltada exclamación "€alborozados a la vista del acto solemne que vais a presenciar, exclamad con vuestro Ayuntamiento Constitucional: -Muera el fanatismo religioso. -Viva la religión pura de Jesucristo. -Viva la Constitución política de la Monarquía. -Mueran los invasores".

El nueve de junio de 1823 se inició la ceremonia. Desde la plaza de Cort, salió el séquito de autoridades, que recorrió varias calles bajo la atenta mirada del numeroso público que ocupaba los laterales de la vía pública y los balcones y azoteas de las casas. Mientras la comitiva seguía su recorrido se podían escuchar las salvas de la artillería mallorquina, mientras las campanas de la ciudad doblaban insistentemente. De esta manera, lentamente, el cortejo de autoridades desembocó frente a la Casa Negra. Fue el obispo Vallejo, que se había visto forzado a asistir al acto, quien se encargó de tirar la primera piedra de la casa de la Inquisición entre vítores y aplausos.

Los trabajos de demolición tardaron prácticamente todo el verano de ese año. El diez de septiembre ya no quedaba ni rastro de la Casa Negra. En su lugar quedaba un solar cerrado con una tapia, cubierto de materiales de demolición, listo para que allí se construyera la nueva pescadería municipal.

(Continuará).

(*) Cronista oficial de Palma

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