En la plaza del Hospital, una mujer y dos hombres se despabilan. Salen de lecho de cartón y saludan al día sin apenas sonreírle. Hoy es festivo y pasará menos gente por su vivienda al raso. Menos posibilidades de que les caiga una moneda. En el portal principal, a goteo van entrando en el patio de La Misericòrdia niños, padres, abuelos, de la isla y algún que otro viajero llegado de la lejana Argentina. Van a ver el Belén mallorquín.

El primer mártir del cristianismo, San Esteban, pone en marcha a cientos de personas para ir de portal en portal. En Balears, al igual que en Cataluña, se aprovecha la jornada festiva para visitar belenes.

En Mallorca la tradición de montar el belén en las casas va recuperando puestos tras décadas de sumisión al hombre de barrigón vestido de rojo, santa Claus. Palma renovó ayer sus votos con la tradición y se fue de belenes.

Joaquín Trigo le enseña a sus hijos Pau, de 6 años, y María de 2 y medio, las distintas escenas que aparecen en este belén que recoge oficios y tradiciones mallorquinas. El esmero de sus figuritas, la recreación de los ambientes tanto del campo, de la montaña como del mar, atrapa a los niños. "El que me gusta más es el que se ve el barco", cuenta Pau. "Cada año les llevo a ver unos cuantos", explica su padre. Ellos como tantos otros buscan al fraile escondido. En la isla se extendió la costumbre de colocar de hermano religioso escondido en el belén. La costumbre se perdido hasta que asociación de belenistas de Mallorca la ha vuelto a recuperar. Es un incentivo más para que los niños aprendan esta parte de la microhistoria de la isla.

"Está muy bien pero me resulta un poco atípico. No es el de toda la vida, el tradicional", opinó María Carmen Mas, una valenciana con raíces mallorquinas tras ver el Belén del Ayuntamiento.

En Cort también se esconde el fraile. Aquí podrá encontrárselo en algún lugar un poco más urbano puesto que este Nacimiento, situado en el zaguán del Ayuntamiento, se representan edificios de Palma como el propio Ayuntamiento, el de Águila i Forteza Rei, la calle de la Almudaina y la fuente de la plaza de sant Jeroni. En este surgen los motivos de las neules decorativas, una tradición que surge de adornar con estas figuritas hechas inicialmente con pan y harina las iglesias de Mallorca. Las hileras de neules adornan hoy los templos como la Catedral.

Todos los nacimientos tienen interés pero el de las Capuchinas juega en otra división. Son Palabras mayores. No en vano está declarado Bien de Interés Cultural, junto al de Jesús, el más antiguo de España, del siglo XV que está cerrado. La otra joya es el belén napolitano del palacio March, del siglo XVIII, ayer cerrado al público.

Visitar la sala de labor del convento de la clarisas, hoy de las franciscanas, para ir a ver el belén de Capuchinas es entrar en un oasis. La cueva alberga en pesebre gigante con figuras históricas que ilustran la historia del origen del cristianismo. Jaume Llabrés, uno de sus custodios y experto en arte, lamenta que muchos mallorquines "no lo conozcan porque les cuesta pagar la visita, 3 euros". En días de dispendio, estas tres monedas suponen un lujo para algunos. Pues por ese mismo precio también pueden ver la exposición dedicada a las divinas pastoras, con auténticas joyas de la iconografía de esta adoración mariana.