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Palma a la vista

El punto rojo de Sant Miquel

La tela roja ha puesto color a una calle cada vez más gris.

Unos niños saludan como si Palma fuera un pueblo. "¡Hola obreros!", exclaman mirando a los operarios que están retirando andamios en el edificio de La Mutua, en la calle de Sant Miquel. Estos días, la ciudad vive sumergida en una cordialidad propia del almíbar de la época.

Los trabajadores no se inmutan ante el trasiego de escolares que deambulan de belén en belén. Durante semanas, la calle Sant Miquel ha estado moteada por un punto rojo, el del edificio de La Mutua que anda de reforma. Una vez más. Ayer se le retiraban parte de los tules encarnados que han dado color y han sido faro para los paseantes. No han querido liberarla del sayo bermellón del todo porque desde lejos ilumina la ciudad fuera murallas.

El edificio que levantó Francesc Casas en 1951 estaba destinado a viviendas y unas pocas oficinas. Con los años se han girado las tornas y lo que abundan son los lugares de trabajo.

Es el inmueble donde se aloja la compañía de seguros catalana Mutua General de Seguros, y en la actualidad lleva meses entelada a causa de una nueva reforma. Las obras concluirán en el 2016 pero no hay fecha precisa, indican desde la constructora.

El templete espera. Desde las arterias vecinas, se le ve, como si fuera un cuadro de Antonio López, aquellos grandes lienzos de la Gran Vía de Madrid que te sumen en una cierta melancolía al observarlos. El cielo de Palma no es el castellano. Los grises son más pastosos, y el azul es una punzada directa al corazón. No hay tregua si desde abajo uno se topa con el edificio que levantó el arquitecto mallorquín Casas, uno de los pocos que coqueteó con el racionalismo.

Curiosamente, frente al edificio que levantó el mallorquín y que es conocido por el edificio de la Mutua, está otro inmueble, de viviendas, firmado por Josep Maria Monravà. Él sí fue un arquitecto adscrito a la corriente racionalista. En Palma lo dejó patente en la Casa Alonso, emplazada fuera murallas, en la zona cercana a las viviendas de la plaza de toros, entre muchos más.

El faro de la Mutua y las viviendas de Monravà se llevan bien. Casan pese a ser representativas de dos estilos antagónicos, el historicismo y el racionalismo. El mallorquín se alió con los principios lecorbussieranos pero antes tuvo que desprenderse de los postulados de una estética que miraba hacia atrás con nostalgia, reinterpretándola pero sin dejar de evocarla. Lo recargado frente a la funcionalidad.

Si la calle sant Miquel pierde carácter en sus locales comerciales, convertidos y/o ocupados por franquicias, solo se la rescata mirándola de abajo a arriba porque es en muchos de los edificios que la conforman donde se encuentra lo mejor de ella. No se puede olvidar que por ella entró Jaume I cuando conquistó Mallorca; hito que se recuerda en una lápida en la calle que recuerda que por la puerta de Santa Margarita entraron las tropas del rey.

Hoy unos operarios retiran parte de una tela roja que viste a uno de los edificios faros de esta parte de la ciudad, la que está en el límite entre lo viejo y la urbe que ha crecido fuera de las murallas. Hoy ese guardián de la ciudad se enfunda el velo rojo para sacar de ella lo mejor de sí. Lo veremos en el 2016. Eso dicen.

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