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Leds navideños

Leds navideños

Vivimos sin duda en la era del led. Esa nueva tecnología lumínica se ha ido implantando a pasos agigantados. De manera que, actualmente, se utilizan para ahorrar energía en muchísimos campos diferentes: desde los semáforos a las decoraciones más caseras.

El led ha introducido una calidad de luz novedosa. No es la claridad tan pictórica de la vela o el quinqué, que llenaban los espacios con sus luces y sombras. A lo Caravaggio. Ni tampoco se parece a la bombilla tradicional, más cálida y expansiva. El led adquiere una tonalidad siempre cruda, pero al mismo tiempo mecánica. Industrial. Difícilmente individualizable. Más eléctrica que lumínica.

Estas navidades se han llenado de leds. En algunos casos, mostradores o ventanillas se adornan con auténticos racimos de leds azules. De una azuldad un poco inquietante, ya que recuerda los gálibos de la policía. Suena a urgencia o desastre. Así como las bombillitas de lágrima que siempre ornaban los árboles de navidad tenían acentos cálidos, interiores, los leds parecen separarnos de la luz. Nos marcan una distancia. Llenan pero no visten.

Con las luces de led pasa un poco como con los colores fosfis. Han salido de nuevos parámetros, donde el efecto domina sobre el mensaje. Se distinguen inmediatamente por su anticlasicismo. La sensibilidad salida de los ordenadores.

Los leds que ocupan nuestra geografía navideña ya no suenan a la estrella de Belén y todos esos mensajes navideños. No pueden colocarse en ningún firmamento nocturno. Son fundamentalmente industriales y urbanos. Cibernéticos. Más que del portal de Belén salen de unos grandes almacenes.

Cobijan otro tipo de sueños.

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