Diario de Mallorca

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Palma a la vista

Afeitado en la fuente

La mujer afeitó con mucho cuidado al hombre de la silla de ruedas. L.D.

Un hombre inválido, arropado por una manta, se deja afeitar por una mujer quea su vez es asistida por otro hombre. Los tres están en una plaza, una de las pocas que quedan en Palma que no ha sido devorada por el tráfico de ninguna clase, ni siquiera el de las bicicletas.

En ese mismo escenario, en el verano de 2014 una mujer se dio un baño a lo Anita Ekberg, sin foco, sin Marcello Mastroianni, sin público, frente al monasterio de las jerónimas, que tanto salen en prensa en los últimos tiempos.

Hay escenas, y ocurren a diario, que no surgen en el Trip Advisor porque no son publicitarias y puede que hasta nos vendan mal. Existen también portales, ahora que todo se publicita en blogs, en páginas web, en foros de redes sociales, que buscan el tono costumbrista de una ciudad que tiene más desconchones de los que usted mismo se puede imaginar. En esas fisuras pueden encontrarse rastros de verdad.

No hay artificio en esa pequeña escena de película neorrealista a lo Rossellini o de pasaje dramático de Pérez Galdós o de espejo cóncavo de Valle-Inclán. Un hombre que se mueve en una silla de ruedas sonríe ante la caricia de una hojilla de afeitar templada por el agua de una fuente donde suelen acudir las palomas del barrio de sa Calatrava. El corte se lo da una mujer, vigilada muy de cerca por el otro personaje de esta extraña escena que sucede cuando la tarde empieza a sombrear la ciudad arena, convirtiéndola en una luminaria irresistible de rojo cadmio.

A pocos pasos de las arquitecturas sagradas, del mejor gótico de Mallorca, de los patios que invitan a quedarse callados y que hoy se están convirtiendo en hoteles a una velocidad demasiada rápida para ser digerido por los más mayores, el trío sigue con el afeitado sin reparar en nada más que la caricia de la mujer, la tibia cuchilla y la expresión casi beatífica del hombre inválido.

Dicen que Palma está de moda pero lo que ocurre es que los otros destinos que nos hacían luz de gas están bajo la amenaza del integrismo islámico. El miedo nos ha puesto de moda, nada más. Somos destino de recambio. Más allá de todo eso, este rincón del Mediterráneo es capaz de ennoblecer nuestra mirada sin necesidad de muchos adornos. La isla es poca amiga de artificios, o al menos así lo aprendimos, pero como afortunadamente nada es para es siempre, que dice la canción, su ciudad mayor está cambiando a marchas forzadas.

Los cambios son de envergadura en el centro histórico porque hay otra ciudad que vive al margen de tendencias y estar de moda, demasiado tiene con llegar a fin de mes. Es la ciudad del ensanche que en algunos de sus rincones se ha ido empobreciendo, y que ese rímel barato no consigue corregir sus arrugas de construcción barata, llena de aluminosos. La codicia de los 70 que asoma la nariz.

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