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Palma a la vista

Mensajes de asfalto

Los Altamira que llevamos dentro se inclinan para hacer caligrafías en las que piden besos y abrazos - Psicología a pie de calle

Hay quien pide besos y abrazos a pie de calle. L.D.

El Altamira o Lascaux que llevamos pegado a la chepa de nuestro mapa genético en las ciudades del siglo XXI es un ser vertical. Si aquel que fuimos aprovechó la cavidad de las rocas o los accidentes en el interior de las cuevas, sirviéndole para dar profundidad a las escenas de caza, sin saber nada de las leyes de la perspectiva, el grafitero urbano suele hacerlo de pie. Las paredes le reclaman ser bípedo, mantenerse erguido.

Para los calígrafos, para aquellos que prefieren el lenguaje verbal, no hay mejor cuartilla o pizarrón que el asfalto. En la Rambla de Cataluña hace dos décadas, un tipo tuvo en jaque a la ciudad. Dejaba cada día sus mensajes en el suelo, en su mayor parte eran dibujos y a veces signos de extraño sentido. El ayuntamiento los borraba, pero el personaje en cuestión era rápido como una liebre y al amanecer ya había tiznado el asfalto con otros mensajes.

Para el emisor preindustrial, el soporte, el canal, no era lo más importante sino el mensaje en sí. Con la invención del teléfono, la cosa cambió, incluso se alteraron las prioridades. Hoy, casi resulta más importante, el medio. Que le pregunten a los chavales. O a sus padres que van con la lengua afuera por pillarles el ritmo. Las cosas que se dicen no importa las que sean, ni cómo, si no con qué las has escrito. Ya se acabaron los mensajes de papel, se les dio portazo a los sms. Los emilios siguen en buena posición y ganan la partida lo que usted ya sabe: la W más famosa del mundo.

Pero quedan aún románticos, amigos de la mano y la pluma, de la tiza y la calle. Se agachan y escriben declaraciones de amor, algunos en banda ancha porque como el de la calle Mariano Canals, que en lugar de gastarse en psicólogos o coachings, prefieren escribir sus deseos en el cemento "Quiero besos, abrazos". ¿Quién no?

Los mayosesentayochistas hicieron de las proclamas de asfalto su bandera. Hoy en el mismo París que llora el mundo, se venden en postales las frases que durante una semana hizo temblar el orden establecido de aquella ciudad que entre cascotes libró una batalla por un mundo diferente.

En Palma hay escasos atisbos de activismo artístico callejero. Los artistas del grafiti hacen poca sangre al poder económico, suelen ser templados en sus mensajes. No hay Banksy que valga en Palma, aunque hay ciertos sujetos que sí, le echan carne en el asador. Otra cosa es el mal gusto.

No muy lejos de la castigada plaza de España, alguien aferró una compresa limpia en la que escribió lo siguiente: "Tant de bo et fessin tant d'oi les violacions com la meva regla". El paño manifiesto es de trazo grueso, cierto, pero la violencia hacia la mujer es un delito. Leer que algunos integrantes de la Policía Local, aprovechándose de su cargo, supuestamente violaron a la mujer (mujeres) de los empresarios que extorsionaban dan ganas de vomitar.

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