Diario de Mallorca

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Palma a la vista

Ciudad helada

Algunas esquinas del centro de la ciudad son muy heladas. L.D.

No solo de cama hotelera de cuatro estrellas superior vive el corazón de Palma. Las esquinas, algunas de las mejores de la ciudad, resultan golosas. Llevamos unos años de desembarco italiano que no da tregua.

Los hijos de Rómulo y Remo están tomando los rincones a golpe de cucurucho. Están convirtiendo uno de los iconos gastronómico de su país en el sustituto del icono de Mallorca, la ensaimada. ¡Esto es la guerra!

¿Cuántos cruceristas ve usted pasearse por el centro comercial de la ciudad agarrando una deliciosa ensaimada? Uno o ninguno. ¿Cuántos sacan su lengua para relamer el helado? Todos.

Si las cuentas no nos salen, pactemos. Una buena alianza a tiempo evitaría mucha sangre. Como bien saben en can Joan de s'aigo, el maridaje entre ambos dulces es perfecto. Sin embargo, el mundo helado parece ir tomando plaza sin dar tregua.

No contentos con hacerse esquineros, van intentando arañar metros cuadrados en la mismísima plaza de Cort, donde en apenas a un palmo de distancia se miran las caras dos heladerías. Como la oferta no es suficiente, y el mundo de los negocios es infinito, algún empresario del sector helado se ha dedicado el pasado verano a ofrecer pasta para hacerse con algún que otro negocio.

Cort es plaza helado y no debería extrañarnos que en el futuro se levantase una estatua cucurucho que despertará más pasiones que el infausto monolito. Si fuimos capaces de pagar un quintal por un dedo metido en una bola de cristal, al que el hijo de Anthony Quinn llamó Encuentros, no sería raro ver en la plaza donde cabe todo -en Cort siempre habrá un centímetro al que sacarle rédito- una estatua helada.

La ciudad vieja se repite, se quita el hábito de siglos y se vuelve democrática, igual a todas. La homogeneización del espacio urbano avanza a marchas forzadas. Nada más fácil que repetir. La diferencia requiere una dosis, aunque sea pequeña, de pensamiento, de reflexión. Ya estamos comprobando cuánto cuesta mover una silla de un paseo, un madero de una sala, o una piedra de un parque. Somos seres empecinados. La ciudad nos aguanta.

Ahora que la ciudad empieza a helarse, que ya hemos apartado el bikini de una vez por todas, no invita a comer helado. Aprovechemos para sacar la artillería pesada y lancemos la ensaimada como typical Palma. Si no lo hacemos nosotros, verán qué pronto el empresario del norte de Europa montará en negocio. Mientras nosotros damos vueltas, somos erráticos, ellos piensan y resuelven. Se ocupan. No 'pasan tanta pena'.

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