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Palma a la vista

El bazar de las especias

Christian Bustos vive rodeado de Los sabores del mundo. L.D.

Hay un pasillo en el mercado del Olivar que envuelve la pituitaria y la llena de los sabores del mundo. Christian Bustos queda camuflado por cientos de especias que a diario le reclaman no solo a pie de puesto sino también por teléfono e internet. Entre sus clientes, los mercados de La Boquería, en Barcelona, y el de San Miguel, en Madrid.

Doce años de experiencia le avalan como un conocedor de propiedades, características, rangos, bondades, virtudes, del chile, la pimienta, la nuez moscada, el clavo, la cúrcuma, la canela... Imposible seguir. Su pequeño tenderete en el mercado, Liagiba, es el homenaje a su hija, Abigail, que leído al revés bautiza el local.

Al principio, el puesto estaba regentada por su mujer, Maria Eugenia aunque ella solo vendía frutos secos. Cuando entró él, le dio otro aire. Christian viene del mundo de la gastronomía. Ha trabajado como chef en algunos restaurantes y hoteles de Mallorca. "Quise que en cuatro metros lineales hubiera de todo", señala este argentino de Mar del Plata.

Se puede decir que desde su pequeño bazar de especias, sales, arroces, legumbres -porque con los años ha ido ampliando la oferta porque "quería proporcionar los ingredientes que van parejos con las especias que vendo", indica-, ha educado a buena parte de esos chef de andar por casa, y que cada fin de semana hacen pucheros.

"Al principio, mis clientes eran extranjeros; los mallorquines no sabían qué era un tandoori masala, por ejemplo, pero con los años, la tendencia ha cambiado. Ahora son más mallorquines los que vienen a comprar", comentó.

Trabaja con 98 proveedores de todo el mundo, de ahí que consiga lo pocos, por ejemplo, el chili de Aleppo, "uno de los más caros del mundo", y no por la guerra en Siria. "Lo consigo a través de un alemán", señala. En boca es picante y cítrico.

El cocinero y vendedor de sabores del mundo tiene el recuerdo imborrable de su abuela, Asunta Mattera, italiana de Ischia, que comerció con manufacturas de especias y se distinguió como cocinera. "Ella es la que emocionó en este mundo", agradece.

Con los años, él es autor de la mezcla de 38 especias que conforman sus hierbas mediterráneas, muy solicitadas en el mercado. "Es un mundo ilimitado", apunta.

Esos escasos metros lineales son el escaparate de una trastienda al por mayor. Se ve un letrero que anuncia la venta de cannabis. Con permiso. "Mi primer cliente fue un guardia civil", sonríe. Atesora anécdotas como el abanico de especias. Infinito.

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