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Corrupción en la Policía Local

Un centenar de denuncias y doce años de calvario

Una familia que vivía encima de un bar relata su tormento por la música hasta altas horas de la madrugada y la inacción de la Patrulla Verde durante más de una década

"Actuaban de forma coordinada como una auténtica organización criminal, instalada de manera permanente en el delito". De este modo describe el juez Penalva la trama de corrupción de la Policía Local.

"Ahora lo entiendo todo". Tras sufrir doce años de calvario por el ruido de un bar e interponer un centenar de denuncias en el Ayuntamiento sin resultado, ha "atado cabos" al destaparse la trama de corrupción existente en la Policía Local. "Llamaba al 092 de madrugada para protestar porque el local tenía la música a todo volumen y, justo antes de que llegase la Patrulla Verde, la apagaban", cuenta el afectado. "Imagino que alguien avisaba", deduce. "Otras veces venían los agentes y sí que había música, pese a que no tiene licencia para ello. Los policías hablaban con el responsable del negocio para que la apagase y, en cuanto se marchaban, volvía a encenderla sin problemas", según relata este vecino de una zona costera de Palma sobre el "tormento" que él y su familia han vivido durante más de una década.

El bar situado bajo su casa está cerrado desde hace dos años y el denunciante prefiere no dar nombres ni lugares, ya que solo quiere "que se sepa que hace mucho tiempo que ocurre esto [dice en referencia a la trama] y que otras personas no sufran el calvario" que ellos han padecido. Desde el primer momento, en el 2001, el afectado solicitó ayuda a un abogado. "Me aconsejó que denunciase en los juzgados al Ayuntamiento y la Patrulla Verde, pero no me atreví, y mira ahora lo que está saliendo", como afirma sobre lo publicado.

Su mujer relata que el ruido se sucedía "noche tras noche, sin parar hasta las cuatro y cinco de la madrugada. Las paredes de la casa temblaban y nos teníamos que sentar en el sofá a esperar a que apagasen la música". Su hijo, que comenzaba a trabajar muy temprano, se tuvo que cambiar de domicilio y, tiempo después de que finalizase el infierno, aún escuchaban "el ruido dentro de la cabeza, a pesar de que el bar ya había cerrado".

No lo denunció en el juzgado, aunque sí en el Ayuntamiento y guarda dichos documentos con el sello del registro de entrada. "Los funcionarios ya me conocían, por la cantidad de veces que iba al Registro, e incluso alguno me recomendó que interpusiese una denuncia contra Cort, como lo que me dijo el abogado".

Visitas al jefe policial

En vez de acudir a los tribunales, se reunió con el responsable de la Patrulla Verde, Gabriel Torres. "Hablé muchas veces con él y hasta me invitaba a merendar. Siempre me decía que no me preocupase, que lo solucionaría. Cuando le volvía a llamar, ponía excusas como que los agentes habían acudido al local y ya no había música. Es un lobo con piel de cordero", según describe al jefe de la unidad policial que se encarga de las inspecciones de los locales de ocio.

Torres fue detenido el pasado 25 de octubre y posteriormente puesto a disposición judicial con otros policías locales por ser los "presuntos autores de los delitos de prevaricación, negociaciones prohibidas a los funcionarios, extorsión, cohecho, falsedad documental, agresión sexual, solicitud de favores sexuales, uso de información privilegiada, contra la salud pública, omisión del deber de perseguir delitos, obstrucción a la justicia, coacciones, amenazas, encubrimiento y asociación ilícita/pertenencia a organización criminal", tal como se puede leer en el auto de prisión del juez Penalva.

Dicho documento señala que un agente "denunció al jefe de la Patrulla Verde, señor Torres, por preavisar de las inspecciones que se iban a realizar" y fue "objeto de graves amenazas"; y detalla que "se habrían creado conexiones directas entre intereses económico empresariales en perjuicio de las exigencias de la Ley", como "no sometimiento a inspecciones, inspecciones viciadas, falseadas e injustificadas, preaviso de su realización, etc."

La familia que sufrió doce años de calvario y presentó ante Cort un centenar de denuncias no sabe "por dónde se perdían" los citados documentos ni "quién paralizaba las miles de solicitudes de mediciones sonométricas" que efectuaron. "En el máximo escalafón policial había alguien que conocía al responsable del bar o le chantajeaba. Está claro. Ahora lo entiendo todo".

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