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Aromas del pasado

Aromas del pasado

A veces, la sobrenaturalidad reside en las cosas más humildes. Sin grandes decorados ni parapsicologías. Pero con la misma intensidad interior. La certera transformación de los sentimientos.

Tomas un viejo bote de cocina. Tal vez procedente de la casa materna. De aquellos que contenían café, té, hierbas, o cualquier otro producto odorífero. Ha estado años abandonado en un armario de cocina. Auténtico museo de otro tiempo. Con sus rincones llenos instrumentos de hornear pasados de moda, sus airons-fixs a cuadros, su pátina de tiempo y grasa. Al fondo de ese armario, el bote ha esperado un largo período hasta salir del olvido.

Lo extraes y recuerdas levemente el tiempo en que desempeñaba un activo papel en la vida diaria. Conservando el "Eko" o el café descafeinado. Reconstruyes perfectamente el gesto de tus padres colocándolo en la mesa. Al lado de las tostadas y la mantequilla. Con la radio encendida al fondo, y la luz de la ventana iluminando la mesa.

Llegas entonces al momento mágico. Que consiste en desenroscar el tapón de colores. Abres el bote. Y lo acercas a tu nariz, como si aquella nada transparente tuviera una realidad invisible.

Y la tiene. De repente te inunda el olor a café antiguo. A café depositado allí hace veinte o treinta años. Que no se ha perdido del todo. Y que por unos segundos, exhala su misterioso residuo antes de morir evaporado en los efluvios del presente.

Como el olfato goza de un poder inaudito de evocación, ese momento fugaz te devuelve a otro mundo, otras edades, otras personas que no están. En un ejercicio digno de Proust o Baudelaire.

Así son las matemáticas de la verdadera sensibilidad, que no depende del poder ni del dinero. Un humilde bote de cocina sin usar basta para activar las fibras más agudas de la humanidad y del recuerdo.

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