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Palma a Palma

Criptocolores

Criptocolores

Nuestra percepción resulta esencialmente visual. Las formas y los colores nos almacenan los recuerdos en la memoria. Mientras que otros sentidos, como el tacto o el olfato, quedan en un segundo plano. Sin embargo, ni siquiera lo visual resulta siempre de tanta evidencia. Incluso posee sus secretos.

Estamos acostumbrados a los colores de la ciudad. Y los catalogamos de forma inconsciente, sin darles demasiada importancia. El gris del asfalto, los verdes y rojos de los semáforos, el verde de las persianas... Pero a veces ocurre lo impensado. Sobre todo en lugares recónditos o en interiores. Aparece un color que nos despierta la memoria. Un color con significado, aunque nos resulte difícil de precisar.

Son tonos muchas veces relacionados con la infancia. Con los juguetes, los objetos familiares. Medios colores, colores viejos, descoloridos. Criptocolores, capaces de abrir la botella de champán de los recuerdos.

La sensación que inspiran esos criptocolores resulta eruptiva. Súbitamente, te embarga una percepción extraña. Como si hubieses retrocedido en el tiempo. O estuvieses a punto de revelarte algo a ti mismo. Pero como nuestro pensamiento es lineal y racional, casi nunca sacas una conclusión. Te abandonas unos instantes a esa erupción de contenidos, y luego pasas a otra cosa.

¿Qué enigmas gauardan los criptocolores? ¿Puedes realmente recuperar aquel granate oscuro del antiguo sofá? ¿Lo que significó para ti? ¿El verde submarino de ese cuadro, que te recuerda la habitación pintada donde dormías de niño? ¿El morado oscuro de las cortinas de la abuela? ¿Hacia donde te conducen?

Al final, en el fondo de tu memoria existe una estancia cerrada, pintada con los criptocolores olvidados. Y hace falta pasear, observar, entregarse a las evocaciones que te permiten la ciudad, para que de vez en cuando podamos penetrar en ella.

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