El Terreno está lleno de tesoros escondidos tras las tapias de sus estrechas calles. Uno de ellos es un solar colindante al bosque de Bellver que varios participantes en un taller de huertos urbanos están limpiando y adecuando para convertirlo en un vergel hortofrutícola. Tras dos jornadas de trabajo, el diamante en bruto ha empezado a tomar forma para ser el aula práctica del curso que se imparte en el Casal de Barri de Son Espanyolet y que en breve también se ofrecerá en el centro sociocultural del barrio donde está ubicado el solar.

Se trata de la primera vez que un Casal municipal tiene este tipo de formación, que durará un trimestre, y no podía quedarse sin sesiones prácticas, por lo que la profesora encontró un lugar para realizarlas. "Localicé al dueño y le propuse convertir su solar en un huerto. Enseguida dijo que sí, a cambio de unos tomates", como le respondió medio en broma a Mariel Cambursano.

El primer día apenas se podía acceder al recinto, dividido en dos alturas, debido a la cantidad de vegetación que había. Concha Pérez, de El Terreno; Julio Gómez, de Son Espanyolet; y Ana Liem, de Sant Agustí, coordinados por la especialista, se pusieron manos a la obra y comenzaron a podar ramas, apartar escombros (era una antigua casa demolida) y habilitar el espacio superior para iniciar el huerto allí. Durante la segunda jornada, el miércoles pasado, acondicionaron el rincón donde en breve plantarán habas y guisantes, porque "nitrogenan la tierra, la limpian, y es la época para sembrarlas", en palabras de la profesora.

"Lo aprovechamos todo, como las tejas que hemos encontrado y que utilizamos para delimitar una parte del huerto", detalla. Dos viejas vigas de la vivienda se usan de pasarela provisional para llegar a la zona elevada -"hasta que pongamos una escalera"- y otro tablón de madera hace de tope para que la tierra no caiga a la zona inferior del solar.

"Necesitamos tierra"

Han reciclado muchas cosas de los restos de la casa, incluso un bidón en el que almacenan leña, pero, paradógicamente, tienen escasez de tierra para cultivar, por lo que solicitan ayuda para completar el huerto. Mientras tanto, van retirando los hierbajos de la zona donde comenzarán la siembra y los van acumulando en un montículo para utilizarlos como compost. "Antes tenía un jardín, pero apenas lo cuidaba, y ahora que tengo una terraza quiero aprovecharla para crear un huerto urbano", como cuenta Concha mientras trabaja.

Se apuntó al curso debido a que le "ha llegado el momento" y le apetece "experimentar, tratar de producir para autoconsumo, hacer ejercicio físico, trabajar en equipo y estar en contacto con la naturaleza", enumera. Ana, que también tiene una terraza, se inscribió porque siempre quiso "aprender a cultivar alimentos para uno mismo" y Julio se guió sobre todo por sus recuerdos de infancia -"ayudaba a mi abuelo a sembrar patatas", relata- y por el horario del taller trimestral.

Los beneficios que aporta un huerto urbano orgánico, como el que están creando, son muchos. La profesora del curso del Casal de Barri enumera que "genera un espacio verde en la ciudad; sube la autoestima, ya que te sientes bien al ver que una semilla que has plantado se transforma en un fruto y eres capaz de producir tus alimentos; tienes confianza en lo que comes, porque lo has hecho tú; es educativo, debido a que aprendes qué productos son de cada temporada; y es creativo y terapéutico", concluye.

Los primeros en crecer serán las habas y guisantes, y cuando en verano reluzcan los tomates que regalarán al dueño del solar, los participantes comprobarán en su plenitud dichos beneficios, que ya han empezado a notar.