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Vigilantes de escáner

Vigilantes de escáner

Hay profesiones que te hacen reflexionar. Por ejemplo, los vigilantes de escáner. Se trata de una actividad relativamente moderna. Cuando, a raíz de las amenazas terroristas, instalaciones públicas como aeropuertos o delegaciones oficiales debieron reforzar su seguridad.

Se instalaron entonces esos controles de puerta, hoy muy corrientes. Donde un empleado de seguridad te obliga a vaciar los bolsillos y pasar literalmente "por el aro". Mientras que dejas las bolsas o maletas en una cinta deslizante. Y entran en un pequeño túnel donde son escaneadas. Y otro vigilante, sentado a un lado, contempla su contenido en un monitor.

Siempre me ha llamado la atención la postura de ese segundo empleado. Mientras el primero está atento y avizor, el segundo se relaja. Con una expresión de aburrimiento. Le dedica una mirada fija a la pantalla, por donde desfilan bolsos llenos de perfiles, colores, formas enigmáticas.

En un primer análisis, dirías que precisamente ese controlador de escáner debería mostrarse de lo más curioso. De repente, aparecen ante él radiografiados todos los secretos que solemos esconder de las miradas ajenas. Es una especie de desfile. Maleta tras maleta, bolsa tras bolsa. Con la irrealidad gráfica de una película de dibujos animados.

La mirada experta del vigilante busca el perfil maldito de un arma, o cualquier otro objeto prohibido. Pero las cosas ordinarias que desfilan ante sus ojos parecen no motivarle. Algo sorprendente, porque nos imaginamos en el mismo sitio y no podríamos apartar la vista de las maletas. Miraríamos la cara del propietario y a continuación el contenido. ¡Cuántas historias! ¡Qué cantidad de revelaciones! "Mira qué lleva esta señora en el bolso". "Anda este viejecito. Y parecía un santo..."

La máquina de escanear es el sueño de un cotilla. Una versión tecnológica de "El Diablo Cojuelo". Cuando levantaban los tejados de las casas para contemplar su vida interior.

Al final, ese contenido esgrafiado de un bolso o una maleta revela también la vida que llevamos. Nos retrata. Pero afortunadamente, el único testigo es un flemático vigilante de escáner.

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