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Palacio de Congresos

El edificio, en su recta final

Cort promete que en enero el edificio de Patxi Mangado estará acabado - Hoy las obras están a un 98 por cien de su conclusión - El restaurante y el vestíbulo presentan el mayor retraso

Al final del túnel, la luz. Enero de 2016 el Palacio de Congresos y el hotel estarán acabados. Es el anuncio en firme, aunque le han precedido unos dos o tres al menos. Cinco años de retraso, aumento de presupuesto inicial de 2,1 millones de euros de más, y aún sin dilucidar el modelo de gestión y quién la llevará a cabo. Aquel proyecto que su autor, el arquitecto bautizó como “pez varado en la arena”, avanza ya en su recta final. “Estamos a un 98 por ciento de la construcción”, asegura Josep Sintes, el nuevo gerente de una infraestructura que ha cambiado la fisonomía de la entrada a Palma. La corrección de la autopista, convirtiéndola en su encuentro con la ciudad en bulevar, dará amplitud a un edificio que muchos juzgan demasiado asomado a la carretera.

“A mí me transmite arquitectura fina, hecha con materiales nobles. Me da tranquilidad. No sé, lo veo algo zen”, opina quien a todas luces va a ser uno de los protagonistas de la inauguración de la infraestructura más importante, más polémica y una de las más costosas para el erario público, el gerente Josep Sintes.

El coste total asciende, con solar, remuneración del arquitecto, Patxi Mangado, y obras a 160 millones de euros. Un precio que servirá para convertirlo “en un motor económico considerable de Palma; más de lo que nos imaginamos”, enfatiza Sintes.

En estos momentos, con el hotel acabado y el palacio a un 98 por cien de su conclusión, el retraso se circunscribe principalmente al restaurante y al vestíbulo.

Una de las piezas estrella de este palacio, que puede modularse según los usos a los que se le quiera ir dando según peticiones de clientes, es el gran auditorio, con una capacidad para 2.010 localidades, y que puede dividirse en tres, para aforos de 1.000, 600 y 300 personas. Se está concluyendo el suelo. Falta elegir el tipo de butacas.

En el auditorio pequeño se está ultimando algún arreglo en el techo. Está acabada la pequeña cafetería, cercana a su entrada.

El edificio de Patxi Mangado tiene tres plantas con un escalón que le rebaja una, sobre cuyo techo se colocará el restaurante, situado sobre el auditorio pequeño. Es la zona con un cierto retraso.

La nuez de este proyecto, su gran espacio de exposiciones o congresos, con una superficie de 2.200 metros cuadrados, lleva meses acabada. Situada en la planta baja, puede ser también modificada gracias a sus módulos de 80 metros cuadrados cada uno, con 80 plazas cada una de ellos, que los transformará en ocho salas. “Hoy la tendencia en los congresos es que haya muchas empresas que quieren estar presentes y mostrar sus productos”, apunta Sintes. Confirma que “hay muchas solicitudes de congresos para mil personas, entre ellos una agencia alemana en octubre; una asociación de campos de golf; una compañía distribuidora que traerá 300 personas cada día durante dos meses...”. El nuevo gerente, partidario de la explotación del mismo por parte de las instituciones públicas, no ve con buenos ojos vender el hotel. No, por el momento. “Sería un regalo”, considera el doctor en Economía.

En verano, cuando la actividad congresual baja, Sintes aboga por usos locales para otras actividades más culturales.

Nueva imagen y nombre

En estos momentos, se contempla la idea de cambiar la imagen con un nuevo diseño gráfico del logo de la marca Palau de Congresos. De la misma manera, Sintes es partidario de “buscar otro nombre que no sea el de palacio”. Puso como ejemplo el Kursaal de Rafael Moneo, en San Sebastián, edificio que todos identifican sin necesidad de apelar a su condición de sede congresual.

“El edificio vale la pena. Le doy a crédito a Mangado. Es cierto que el material que eligió va a ser caro mantenerlo al estar frente al mar, pero el aluminio, el hormigón y la madera son materiales nobles. Estoy convencido de que va a gustar. En cuanto abra, y se conozca, gustará. ¡Mira lo que pasó con el Pompidou en París, a nadie le gustó y ahora es un icono de la ciudad”, apunta Josep Sintes.

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