Se ha teorizado con acierto sobre el protocolo del saludo en Mallorca. Las sociedades pequeñas, donde el contacto resulta más frecuente, siempre generan algún tipo de defensa. Sistemas para no agobiarse y poderse escabullir. Como es el fingir que no ves a la persona conocida. O esas fórmulas rápidas para no pararse, a base de decir: "Va bé?", sin esperar la respuesta.
Existe sin embargo otro terreno interesante, sobre el que se reflexiona poco. La casuística habitual es aplicable sobre todo a la gente conocida. Con la que resulta preceptivo entablar "sa xerradeta".
¿Pero y los medio-conocidos?
Son aquellos con los que nos une un conocimiento inexpresado y circunstancial. Con los que tal vez nunca hemos hablado. Y desconocemos su nombre y filiación personal. Solo que trabaja en un local que frecuentamos. Que es dependiente o camarero. Que vive en el portal de enfrente?
Los medio-conocidos forman parte de nuestro entorno cotidiano. Como una pieza más. Igual que el árbol de la esquina o los letreros luminosos de las tiendas. El tema se produce cuando nos los encontramos justamente fuera de ese contexto.
¿Qué ocurre si caminas por una ciudad que no es la tuya y de pronto coincides con el camarero de un bar que frecuentas? Los dos nos miramos, mutuamente asombrados. Y se plantea entonces una cuestión urgente: ¿le incorporas "in extremis" a la lista de los conocidos y le saludas? ¿Le ignoras? ¿Le dedicas un medio saludo digno de un medio-conocido?
A veces, la coincidencia resulta incluso más destacable. Y te encuentras a tu medio-conocido en medio de un viaje, en una situación en la que resulta imposible no hablar. Entablas entonces una relación y acabas casi tan amigos, aunque sigas sin saber nada de sus datos personales.
Los medio-conocidos son como pequeñas botellas de náufrago fuera de su contexto. Te recuerdan tu vida cotidiana. Los contemplas con el cariño de quien recuerda su barrio y su casa. Y aunque sólo les dediques un medio-saludo, te sientes contento de habértelos encontrado.
