Diario de Mallorca

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Crónica de antaño

El conflicto entre Canamunt y Canavall (1598)

Los bandos quedaron divididos por lo que hoy día son las Ramblas y el paseo del Born.

Tras la conquista de Mallorca en 1229, surgió un nuevo reino, y con él una nueva sociedad. No tardó en despuntar una oligarquía incipiente formada tanto por miembros de la pequeña nobleza peninsular, de extracción básicamente catalana (los cavallers y doncells, como los Torrella, Rossinyol, Togores, Puigdorfila€), como del estamento de mercaderes (Burgues, Pacs, Pont, Zaforteza€). Pero esa misma nueva oligarquía manifestó, desde el principio, fuertes tensiones y reyertas entre sus miembros. Por las pocas pistas que nos da la documentación de la época, se sabe que esas contiendas generalmente tuvieron lugar entre dos bandos enfrentados. Es importante no perder de vista que a los clanes no sólo pertenecían miembros de la aristocracia, sino también personas procedentes de todos los estratos sociales. Parece ser que los vínculos sentimentales entre los miembros de cada clan eran muy fuertes, existiendo una consciencia muy clara y firme de formar parte de una Casa (o linaje). El jefe de cada Casa, aglutinaba a sus hijos, hermanos y parientes, pero también a su cuadrilla armada que tenía a su servicio permanentemente, a los payeses y otros trabajadores de sus predios, a sus criados e incluso a sus esclavos. El poder del jefe de Casa llega incluso, en la práctica, a tener el derecho de vida y de muerte sobre sus miembros. Finalmente, debe entenderse que un bando no era sino la unión de varios linajes (o Casas).

De todas formas, el escenario era mucho más complicado, pues las familias nobiliarias de ambos grupos estaban lejos de ser conjuntos estancos e impermeables entre sí, pues sus árboles genealógicos se entrecruzaban. Lo mismo pasaba con la localización geográfica, pues los dos bandos no necesariamente habitaban en barrios separados. Lo que no cabe duda es que todo el mundo se conocía y uno sabía del otro a qué bando pertenecía. En este sentido, el historiador Jaume Serra recordaba que "les banderies tenien símbols propis, denominacions i àrees d´influència". De hecho los miembros de Canamunt llevaban los cuellos de camisa blancos, mientras que los de Canavall los llevaban azules. Además cada bando se colocaba en sus sombreros un distintivo que no se ha conseguido precisar.

Uno de los primeros conflictos entre la clase dirigente por el control político del Reino data del siglo XIV. En esa época los clanes fueron conocidos por Aragonesos y Mallorquins. Durante los siglos XV y XVI, los dos grupos se identificaron con diferentes denominaciones: Torrellas y Puigdorfilas; Armadans y Spanyols; Almudaina y Call y más tarde Almudaina y Born. Como se ve, para denominar a los clanes a veces se usaba el nombre del linaje que capitaneaba el bando (Torrellas y Puigdorfilas, por ejemplo); o el nombre del barrio en que estaba situada la casa solariega de éste (Call, Almudaina o Born). Por otro lado, la denominación Almudaina y Born, ya sitúa un clan en la parte alta de la ciudad -Almudaina- y otra en la parte baja -Born-, preludio de la conocida denominación de Canamunt y Canavall. Según J. Serra, el bando de los Torrella, se convirtieron en los Canavall, mientras que los Puigdorfila en los Canamunt. Tiene sentido, pues la casa solariega de los Torrella estaba en la calle de Sant Jaume (en la Vila d´avall, es decir, la parte baja de Palma), mientras que los Puigdorfila tenían varias casas en la plaza de Sant Francesc (Vila d´amunt, la parte alta).

Parece ser que la guerra civil de la Germania (1521-23) -que a diferencia de las banderías entre la aristocracia, sí fue una guerra de luchas de clases- y sus posteriores años de posguerra, hicieron olvidar por un tiempo las reyertas aristocráticas. Fue a finales del siglo XVI, cuando unos hechos, en un principio insignificantes, desencadenaron de nuevo en un grave conflicto que llegó a afectar a un gran número de habitantes de Mallorca, y el cual perduró varias décadas, heredando la contienda varias generaciones.

Los hechos, transcritos en el Cronicón Mayoricense de Álvaro Campaner y estudiados extensamente por Aina Le Senne, con aportaciones posteriores como la de Jaume Serra, nos sitúan en un día del mes de marzo de 1598. Por lo visto, Nicolau Rossinyol de Defla (del bando de Canavall) cortejaba a Elisabet Sanglada -o Anglada- (del bando de Canamunt), de diecisiete años. Nicolau había pedido su mano, pero los padres de Elisabet se la habían negado. La chica, instigada por su madre, Joana Gual, hizo unos comentarios desafortunados referidos a su pretendiente Nicolau (comentaris injuriosos) y a la familia de este: los Russinyol. Las murmuraciones de Elisabet no tardaron mucho tiempo en llegar a oídos de los Defla, los cuales, indignados, se dedicaron a extender por toda la ciudad, comentarios despectivos referentes a la joven Elisabet y su familia. Comentarios de los que, como se puede suponer, se enteraron rápidamente los Sanglada, encadenándose así una tensa dialéctica entre los Canamunt y los Canavall. Se debió levantar una gran polvareda, pues el mismísimo virrey, Ferran de Sanoguera, tuvo que intervenir, ordenando la presencia de los dos bandos en el castillo de la Almudaina. Precisamente, las dos facciones fueron convocadas en la Almudaina. Lluís, Francesc, Miquel, Joanot, Pere y Bernardí Sanglada, junto a otros parientes y junto a otros linajes pertenecientes a Canamunt (Miquel Vivot, Nicolau de Togores, Pelai de Berard, Arnau Moix, Gregori Fuster€) se dirigían, armados, a la cita con el virrey y sus enemigos. Caminando por el estrecho sendero que bordeaba la Riera (actual paseo del Born), reconocieron a los Russinyol junto a otros miembros de Canavall. Allí estaban Nicolau Russinyol, su padre Martí, su tío Joanot, otro pariente también llamado Nicolau Rossinyol, Miquel Spanyol, Francesc Comelles, Geroni Pont, Jordi Santjoan€ junto con algunos de sus criados. En unos instantes los de Canavall se sobresaltaron al percatarse de la presencia de los Sanglada. De repente los Sanglada, llenos de ira, empezaron a correr hacia los Rossinyol haciendo gestos amenazantes. De esta manera empezó una persecución. Los de Canavall subieron por la cuesta de la Seu con la intención de buscar asilo en la Catedral, pero por desgracia fueron alcanzados por sus enemigos en la plaza de la Almoina (hoy plaza de la Seu). Allí se entabló una pelea desigual que originó un gran estruendo. Precisamente en la Catedral se estaba celebrando misa, y el sacerdote, al oír tal griterío, interrumpió la homilía. Salieron los fieles -entre los que se encontraba el virrey Sanoguera- a ver qué pasaba y en la plaza se encontraron a Jordi Santjoan y a Joanot Rossinyol ensangrentados en el suelo, muertos. Los demás de Canavall rápidamente se introdujeron en la Catedral en busca de protección, mientras que los de Canamunt huyeron a la carrera hacia el convento de Santo Domingo (solar del actual Parlament de les Illes Balears) para eludir la justicia. El virrey exigió que los Sanglada saliesen del convento. Pero viendo que no iban a salir, convocó a las compañías de los Doscientos, a los cavalls forsats y a todas las autoridades, para intimidar a los frailes dominicos que les negaban la entrada. El virrey, indignado, ordenó que derribasen las puertas de la portería de Santo Domingo y vieron que los de Canamunt estaban dentro, pero al no poderlos sacar a la fuerza, Sanoguera hizo vigilar todas las puertas del convento para que nadie se pudiese escapar mientras se miraba de solucionar aquella situación. Al mismo tiempo el virrey y la Real Audiencia ordenaron el arresto de Joana Gual y de su hija, Joana Sanglada, ambas iniciadoras e incitadoras de la disputa. Por lo visto el obispo se quejó de la actitud del virrey ante la corte, pues favorecía claramente a los Rossinyol. Al final todo el proceso acabó con una condena general que afectó considerablemente a los dos bandos y que dio unos años de cierta tranquilidad al Reino. Pero hacia 1632 la situación entre Canamunts y Canavalls se recrudeció con virulencia. La conflictividad se extendió por toda la Isla, y no fue hasta 1666 que se pudo acabar con la violencia que se había desatado por doquier en la part forana de forma incontrolable. En Palma se sucedieron tremendos episodios que quizá otro día se podrán recordar.

*Cronista oficial de Palma

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