A Palma le gusta el agua. Dos días después de la tromba, volvía a armarse la gota gorda en el centro de la ciudad, en la explanada de juegos de armas, el Parc de la Mar. Orgull Llonguet volvió a sacar su artilllería pesada, la imaginación, y saldó con una destacada participación en su primera Gran batalla de agua entre Canamunt y Canavall, la interpretación festiva de un hecho histórico, el enfrentamiento entre dos familias de aristócratas como punto de arranque para guerrillas entre bandoleros y señores, entre el campo y la ciudad.

Había ganas de juerga escenificada en una batalla líquida que encontró en la salida del sol vespertino un aliado con el que horas antes nadie pensaba. Se adelantó media hora la contienda porque los de Canavall, enfundados en camisetas amarillas, se salían por las costuras de la estrecha Apuntadors, mientras que los rojos de Canamunt se tomaban con más relajo su llegada a la Porta des Camp.

En el campo de liza, el tercer hombre del equipo de gobierno en Cort, Miquel Comas, con camiseta amarilla "porque me gusta más este color", celebraba el acierto y el éxito de "una fiesta de protagonismo ciudadano".

El perro Vela se ponía rojo de ver tanto limón. Su amo, Pepe Roses, junto a sus amigos David Heads, las hermanas Torres, Bárbara y Clara y Xavier Calafell, que aseguraron conocer la historia de los Angladas y los Rossinyol, peleados por una historia de amor truncada. Los Capuletos y Montescos de Palma. Lucían con orgullo el rojo del barrio de Canamunt.

Poder de convocatoria

Si algo tiene el colectivo Orgull Llonguet es poder de convocatoria. Otra iniciativa, la de ayer, que contó con el respaldo social suficiente como para llenar un domingo de fin de verano el centro de la ciudad, a unas horas en que la humanidad está en la playa o sesteando. Pues no, porque algunos llegaron incluso desde la Part Forana como Paqui Moyà, de Marratxí. Ella, junto a Laura, de Tenerife, y Mónica Pociello, de Barcelona aunque "llevo muchos años aquí", son trabajadoras sociales. "Nos apuntamos porque nos pareció interesante y divertida la convocatoria. Nos hemos apuntados a Canavall, los amarillos, porque dieron más apoyo a las clases populares, y nosotras como educadoras sociales que somos, no podíamos estar en otro bando", indicó Paqui.

Los turistas no daban crédito de aquel estruendo que salía de calles que en verano solo están tomadas por ellos. Algunos se acercaron a la Parc de la Mar donde no acababan de entender que los bomberos apagaran aquel ardor beligerante. "Palma no es tan tranquila", decía un italiano.

Por si cabían dudas, la bazoka de Jean Paul Bejarana, que construyó con sus manos. El agua salía a chorro. Él se apuntó desde el bar España, Can Vinagrella, porque pertenece al equipo del Jockey Club de Mallorca, y son asiduos del popular bar de la calle Oms. Reconoció "no saber la historia de Canamunt y Canavall", pero aseguró que tras secarse, "me la voy a mirar".

En el otro lado, el amarillo, de Canamunt, de Amado Vaquer, que sí conocía la historia tras haberla leído en FB. "En Palma necesitamos más fiestas así. Aplaudo esta iniciativa". En el 2016 seguró que vuelven a luchar.