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Palma a Palma

Agosto se acaba

Cada año lo mismo. Los que no seguimos el bioritmo habitual de las vacaciones pasamos un agosto diferente. Cuando empieza el mes, muchas de las tiendas que frecuentamos están cerradas. Algunas de las gestiones importantes que teníamos por realizar quedan suspendidas. Muchos no contestan a nuestras llamadas. Nos devuelven el mail con el consabido "no estoy en la oficina".

Al principio se trata de un efecto casi analgésico. De repente el ritmo rápido de la vida cotidiana se ralentiza. Ya no te sientes presionado por las cantidad de cosas pendientes. Según que asuntos quedan incluso aplazados, ya que tu interlocutor dice comprensivamente: "Tanmateix som a l'agost..."

De manera que la primera parte de agosto es una especie de Baden Baden, siguiendo la famosa frase referida a Madrid. Te mezclas con las multitudes de turistas y, aunque tú sigas en activo, te dejas llevar por ese impulso vacacional que flota en el aire.

Es igual. Espera a que pase el mes. Como si todo fuese una siesta a medias...

Pero cuando llegas a la segunda quincena, el panorama ya no es el mismo. Tienes pendiente aquella reparación y parece que el tiempo no pasa. Has acumulado un montón de mensajes a remitentes que tal vez tarden semanas en leer toda la correspondencia acumulada. Quieres realizar aquella gestión tan urgente y todo sigue cerrado.

Curiosamente el final de agosto es simétrico a su inicio. Cuando llega el anunciado septiembre, te parece que la vida ha vuelto a rebrotar. Dirías que es un milagro encontrar todas las tiendas abiertas. A la gente en su despacho. Los talleres en funcionamiento. Incluso te contestan los mails.

Es sólo una ráfaga. Dura apenas dos o tres días. En ellos te sientes feliz porque puedas llevar a cabo todo lo que quieres. Hasta que te acostumbras, deja de tener importancia, y vuelve la rutina de cada año.

Hasta los inicios del próximo agosto.

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