Diario de Mallorca

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Palma a la vista

Anckermann en compañía

El pintor, eje entre dos grafitis de muy distinta calidad.

El pintor Ricard Anckermann tiene dos vecinos bien distintos. Está entretenido. La diversidad garantiza apertura de miras, fundamental para un artista. Le acompaña en su homenaje de calle Grip Face y alguien que no se identifica pero que es una turbulencia de línea. Dos siglos unidos en la esquina de dos calles, en su linde. Caligrafías urbanas. Solo ahí son posibles.

Anckermann viajó. No le bastó Mallorca, que pintó desde su sesgo romántico, y vivió en París y Londres. Le pagaron sus gastos sus marinas y paisajes. Regresó a la isla porque a Mallorca siempre se acaba regresando como muchos separados regresan a aquel primer amor que reaparece de entre las cenizas quien sabe porqué extraños sortilegio.

Le gustó la alegoría y en sus retratos lo mostró. Hoy, doscientos años después Palma le regala con el rostro enigmático del Magritte de la calle, Grip Face. Se llama David Oliver pero firma distinto quien se mueve también en distintos soportes, pero es en la calle donde hoy le encuentro. Su cara oscura, ese trabajo de rostros negro vinilo que ha presentado en Nápoles, consigue saltarse el muro gracias a la aparición de una nariz que huele esta vida urbana de un barrio periferia, vecino a talleres mecánicos que han chapado pero se fueron olvidándose de quitar el rótulo. Un adiós a la desesperada. Desconchones de renuncia.

En Palma la escena del street art es fértil. Hoy es la ciudad la mejor galería de arte. Paseen y abran los ojos. Le entrarán ganas de coger un spray.

Al tiempo que Bansky impulsa su particular Disneylandia, con ese martillo que golpea a base de grafito y brocha, aquí nos encontramos con calles que son servidumbres de paso al túnel del tiempo.

A ver, quién fue Anckermann, y quién es quien firma en letra muy pequeña Grip Face, y quién será el que hace serpentina, maraña de locura, de la anatomía de un híbrido de humano, una suerte de intento de cubismo. Palma como lección de historia del arte, si le echamos imaginación.

Tira del coche y de su bebé, una madre negra, con dos hijos que arrastran el paso al pasar delante de la mujer negra de Grip Face. Se para que se haga la foto y no entiende qué puede tener la pared de su anodino barrio hasta que se tropieza con la cara de la mujer negra que David Oliver está llevando por el mundo, como hizo con El punto de mira, cuyo dedo alcanzó el Nervión. Y ese tigre de Canamunt que raya el aire.

Anckermann pintó escenas costumbristas en El Jonquet, con esa exaltación de quien veía exotismo en las capas populares de la sociedad. Sin cuestionar más. El artista que se enmascara con un sombrero, Grip Face, no es un cuchillo de pared, sus alegorías son sutiles. Palma enseña extrañas páginas de la historia del arte. Solo hay que mirarlas.

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