Cuando los vecinos del Secar pasan por el camí de la Real, lo único que tendrían que ver en la parte oriental es una colina llena de árboles. Sin embargo, lo que observan es un descampado con escasos pinos y todavía menos hierba tras el cual sobresalen al fondo las enormes letras verdes de los bloques del hospital de Son Espases. Ese era el paisaje que dominaba ayer el desfile de carros y carruajes tradicionales mallorquines tirados por asnos, someres, caballos e incluso una cabra, la novedad de este año. Los organizadores de las fiestas de Sant Bernat recuperaron esta costumbre hace nueve años con el fin de volver a los orígenes de la conocida romería y desde el verano pasado también inciden en reivindicar el entorno natural del monasterio de la Real, pese a la controvertida construcción que alteró para siempre la zona rural del Secar.

"La defensa del entorno para dignificar la vida humana" fue el tema central del pregón de inicio de las fiestas y lo recordaron de nuevo ayer, la víspera de Sant Bernat y el primer día de romería y bendición de albahaca. El año pasado se cumplió el décimo aniversario de las movilizaciones de Salvem la Real y este verano los organizadores han hecho suyo el alegato del Papa Francisco en su encíclica Laudato si para la conservación de la naturaleza.

Desfile y helado

Ajenos a la colina que el anterior Pacto de Progreso prometió que cubriría de verde, los animales desfilaron ayer con sus amos, como Blau, el asno enano que llevaba Toni Miquel Carreres, de nueve años. El pequeño burro, que vive en es Pil·larí, compitió en protagonismo con la cabra de Son Sardina, aún sin nombre, que trajo Francisco Miralles.

Pero si de distancias se trata, los ganadores fueron quienes acudieron al Secar de la Real desde Valldemossa, como Sutge, el caballo de Joan Rullan, que tiró del carruaje durante tres cuartos de hora; y Sóller, como Carussa, llevada por Toni Reynés. Para poner el broche, nada mejor que los helados de almendra que los organizadores repartieron.