Diario de Mallorca

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Crónica de antaño

El alzamiento popular de la Germania (1521) (II)

Vista de la muralla que rodea el centro de Alcúdia.

Los ecos de la Germania valenciana llegaron al puerto de Palma durante el verano de 1520. Desde entonces una enrarecida atmósfera se fue cerniendo sobre el Reino, pues se sucedían reuniones misteriosas y un murmullo conspirativo se extendía entre los menestrales y los payeses. El virrey Miquel de Gurrea no tardó en enterarse de los objetivos que se habían propuesto los conspiradores: tomar por la fuerza las instituciones del Reino, revisar las cuentas de la Consignación con el objetivo de acabar con la deuda pública y amortizar definitivamente los intereses (censales), los cuales desde hacía mucho tiempo ahogaban a los estamentos más desfavorecidos. También querían exigir la aplicación inmediata de la sentencia real de 1512 (firmada por Fernando el Católico, pero nunca aplicada) en virtud de la cual se reequilibraba la contribución de la ciudad y de la part forana a las cargas comunes de Mallorca. Finalmente, también reclamaban una mayor presencia en las instituciones de la isla.

El virrey, viendo que el golpe podía darse en cualquier momento, actuó sin dilación. El miércoles 6 de febrero de 1521, ordenó la detención de los conspiradores más destacados, concretamente siete menestrales: el zapatero Pere Bagur, el espadero Guillem Vic, los barreteros, Francesc y Joanot Colom, y Pasqual Rosselló, el sombrerero Rafael Ripoll y el pelaire Joan Crespí, cabecilla del grupo. Miquel de Gurrea no era consciente de lo que había provocado. Al día siguiente, el jueves llarder (lardero), un grupo numeroso y armado de menestrales ocupó las instituciones públicas. Los caballeros y gentilhombres, inconscientes de la gravedad del asunto y entretenidos en sus rivalidades internas, dejaron solo a Gurrea que se las tuvo que ver con los amotinados. Estos llegaron hasta su presencia y le pusieron en el pecho escopetas, picas y ballestas, y así le conminaron a que liberase a los presos. Acababa de empezar la Germania.

Joan Crespí fue elegido para capitanear el alzamiento. Los agermanats controlaron los accesos a la ciudad y a la isla. A pesar de ello, un tal Jordi Boti, pudo escapar hasta Barcelona y, desde allí, avisar a la Corte de lo que había sucedido en Mallorca. También zarpó un grupo de amotinados, encabezados por Joanot Colom, hacia Valencia para conocer de primera mano la Germania de aquel reino, especialmente su organización. Mientras tanto en Palma la situación era cada vez más tensa. Los gremios se apoderaron de las armas custodiadas por los jurados para, a continuación, desplegarse por las calles de la ciudad alardeando y gritando frases como aquellas que afirmaban que "había llegado ya el tiempo que matasen a los caballeros y hombres de honor y que los cortasen a pedazos", lo que demuestra hasta que punto habían llegado el odio y el rencor.

Viendo que la cosa iba en serio, los contrarios a la Germania (especialmente los caballeros, gentilhombres, mercaderes y notarios, todos ellos denominados mascarats por los insurgentes) huyeron a Alcudia, incluso muchos se trasladaron fuera de la isla. Al mismo tiempo, los payeses se unieron al movimiento de hermandad. Así, el 16 de marzo llegaron a la ciudad gentes de Valldemossa y Alaró, más de doscientos, que iban por las calles gritando: "Visca el rey e visca la jermandat". Miquel de Gurrea fue destituido y tuvo que exiliarse a Eivissa. Mientras tanto, siguieron llegando hombres de la part forana a Palma: cuatrocientos de Inca, cien de sa Pobla, quinientos de Pollença, trescientos de Porreres€ y así de todos los pueblos de la isla€ de todos menos de Alcúdia que no aceptó el nuevo statu quo. Todos aquellos que se adherían a la Germania debían hacer un juramento con los puntos esenciales de: jurar fidelidad al rey; a la fe católica; favorecer la quita de los censales y prestar apoyo a todo agermanat que lo necesitase. El 16 de abril, imitando la organización valenciana, se instituyó un nuevo Consell dels Tretze (la Tretzena), instaurada por Joan Crespí y compuesta por nueve representantes de los menestrales de la ciudad y cuatro de la part forana. A la Tretzena se le concedió amplios poderes para poder gobernar sobre el Reino. Como es de suponer, la primera acción de esta nueva institución fue la de redimir los censales. A esta acción la denominaron la Santa Quitació, con la voluntad de darle a la quita un aire sagrado. En cuanto a la justa repartición de los impuestos: "d´equí avant quiscú pach e sia tingut pagar e contribuir iusta lo patrimoni que te ahon sa vulla lo tinga", es decir, tanto si el patrimonio lo tuviesen en la ciudad como en el campo, clara alusión a los caballeros y ciudadanos. Pero desde un primer momento, los propietarios de possessions, residentes en la ciudad, se negaron a pagar por ellas. Esta negativa, junto a las amenazas que llegaban de parte del rey, aumentaron la crispación. A principios de verano, en las plazas de la ciudad se repetían las concentraciones multitudinarias, en las que se escuchaban a improvisados augures exaltados que mezclaban su ira con el aviso de profecías que adivinaban la proximidad de grandes mortandades: "Lladoncs en la verdesca será l´horrible tresca", gritaron repetidas veces los agermanats, en alusión a la profecía de Anselm Turmeda. La violencia pronto hizo acto de presencia. El 29 de julio, con la ayuda de la artillería, la turbamulta asaltó el castillo de Bellver, refugio de algunos mascarats, los cuales fueron todos asesinados. La situación estaba descontrolada. Al cabo de unos días, fueron increpados en la lonja un grupo de notarios y mercaderes a los que se les acusaba de mascarats. En unos momentos de confusión, hubo un refriega en la que murió Perot Armengol, mientras los revolucionarios gritaban "muyren, muyren mercaders y notaris". La turbamulta también se dirigió al castillo de Santueri. Lo asediaron, pero no consiguieron abatir sus puertas ni sus murallas gracias a la resistencia de su guarnición, capitaneada por el procurador real Francesc Burgues.

Tras el verano, el descontento de los agermanats y la preocupación de los mascarats llegó a su punto álgido. El 23 de septiembre tuvo lugar un consejo general de la Tretzena, en el convento de San Francisco de Palma. Allí, la facción más radical, capitaneada por Joanot Colom, consiguió destituir a Joan Crespí, el cual fue encerrado en la torre del ángel del castillo de la Almudaina, donde acabaría asesinado por Francesc Colom, hermano del nuevo líder. A partir de esos momentos, Joanot Colom tomó la dirección de la Germania de forma dictatorial.

En el mes de noviembre un ejército de payeses y menestrales, que sumaban cerca de seis mil hombres, con seis piezas de artillería de bronce, se dirigieron al norte con el objetivo de entrar en la ciudad de Alcúdia, refugio y bastión de los mascarats. Durante el trayecto asaltaron las possessions de la nobleza, en las que forzaron a las mujeres y mataron a los hombres. Luego prendieron fuego y sacrificaron el ganado.

Mallorca estaba sumida en una terrible guerra civil. El asedio de Alcudia y los constantes intentos de negociación entre las partes, fueron un fracaso. Según Eulàlia Duran, fue en Alcúdia donde se vio por primera vez la debilidad de la Germania. Además, la nobleza, desde Eivissa (con Miquel de Gurrea al frente) y desde Barcelona (con la ayuda de la Generalitat), no perdía el tiempo y se apresuraba en organizar un ataque. Miquel Sureda y Zanglada fue clave para la preparación de la ofensiva. Al mismo tiempo, el rey enviaba a Juan de Velasco al mando de cuatro galeras para "remediar la perturbació de la illa de Mallorques"; mientras que el lugarteniente general de Cataluña, Pere de Cardona, fue nombrado procurador general para organizar la represión a la Germania.

Tras abandonar el sitio de Alcúdia ya en 1522, la anarquía se apoderó de Palma. La falta de trigo, inalcanzable para la mayoría, extendió la miseria y la desesperación entre la población. Las casas señoriales fueron asaltadas y saqueadas y las divisiones internas empezaron a hacer mella entre los revolucionarios.

Finalmente, el 13 de octubre, desde las murallas de la ciudad, los agermanats, observaron, con gran pavor, como la escuadra del rey, con sus poderosas velas extendidas, entraba en la bahía de Palma.

[Continuará]

(*) Cronista oficial de Palma

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