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Urbanismo

Bohigas, Gali y Mulet: "El alcalde es, en último extremo, el responsable de transformar la ciudad"

Oriol Bohigas, entre su mujer, Beth Gali, y su amigo Vicenç Mulet. Hablaron de su profesión: la arquitectura. Guillem Bosch

Tres arquitectos, una mujer y dos hombres, tres generaciones, uno alcanza los 90 años y el otro está en algo más de los 40; ella, a medias entre ambos. Oriol Bohigas y Beth Gali miran la montaña poderosa que se alza ante ellos y, a lo lejos, el lienzo azul de un Mediterráneo de agosto. A la sombra de un algarrobo se escucha un mantra de silbido, las cigarras no cejan. Bohigas tiene una mente ágil, por desgracia sus piernas ya no le acompañan, pero no importa, un bastón y su compañera de tantos años y aquel alumno aventajado que es ya amigo, el arquitecto mallorquín Vicenç Mulet, le escuchan cada vez que interviene.

"El alcalde es, en último extremo, el responsable de transformar la ciudad", apuntala quien estuvo muy de cerca de Narcís Serra y Pasqual Maragall en la redefinición de Barcelona, en la concejalía de Urbanismo y en Cultura, además de ser, junto a Josep Martorell y David Mackay (MBM Arquitectes), artífice de la Villa y el Port Olímpic de Barcelona. Hombre renacentista, hoy asiste con cierto escepticismo a la convocatoria de elecciones en Cataluña el próximo 27S. "No me atrevo a vaticinar nada. Creo que el sistema que se está poniendo en marcha será más conflictivo. Nadie sabe qué se va a votar en realidad", dice casi en soliloquio.

Pero es la arquitectura, el urbanismo, los llamados modelos de ciudad, Barcelona, Palma, los que centran la conversación. Hace tiempo que no venían a la isla. Beth Gali diseñadora industrial, con hitos como la Lamparaalta, arquitecta y paisajista, está igualmente comprometida con su ciudad, Barcelona, y de ahí con el mundo. "Un modelo es contraproducente al hablar de ciudad, porque si algo no se repite es la urbe". Añade: "Los años 90 fueron muy buenos para Barcelona, estuvieron marcados por una manera de actuar en el urbanismo, un momento de libertad y generosidad de los políticos, que fructificó en la ciudad, pero fueron los vecinos los que eligieron a esos alcaldes".

Dos décadas desde aquel tsunami que abrió la ciudad que hoy vive una "plaga turística", quizá a rebufo de aquel éxito internacional: la Barcelona Olímpica. Bohigas fue el lápiz que dibujó aquella idea. "La ventaja que teníamos es que no partíamos de una idea nueva, sino que ya estaba enmarcada en estudios, como el de Solà Morales, y nosotros respondimos a ideas e ideologías que fomentaron crear un nuevo frente de mar", comenta el arquitecto catalán. "Era la primera vez que la ciudad llegaba al mar con la misma forma que llega la ciudad, como una seta", incide Gali. "Se puede hacer ciudad siguiendo la ciudad real o inventando una nueva. Cuando uno se plantea ampliar la ciudad antigua, se pregunta qué es hacer ciudad. Crece por impactos exteriores, necesidades nuevas. Los arquitectos hablan de la vitalidad cuando hablan del urbanismo pero a qué responde exactamente", se pregunta Bohigas.

El mallorquín Vicenç Mulet, autor del edificio escalera que está en el Moll Vell, acerca las aguas a Palma. El paseo Marítimo, la idea de ampliar el puerto, el Palacio de Congresos, su ubicación, en una palabra, qué fachada marítima le espera a esta ciudad que, por cierto, también pide revisar su modelo turístico. "Palma merece un debate serio sobre su fachada marítima. El urbanismo creado ha sido al hilo de los cruceristas, para abrirles souvenirs. Necesitamos políticos con visión no a corto plazo, sino a largo plazo. El edificio escalera es fruto del diálogo entre la Autoridad Portuaria, Cort y los arquitectos. Hubo la voluntad de concebir un balcón sobre el mar y en eso trabajé. Ahora contemplo con orgullo cómo los ciudadanos y turistas lo usan como una prolongación del paseo del Born y de Antoni Maura", cuenta Mulet. Él, como otros colegas, ha tenido que irse a buscar la vida fuera, concretamente a Santiago de Chile y Valparaíso. "Allí el urbanismo es un lujo", apunta.

Con la mirada que otorgan los ojos foráneos, Oriol Bohigas comenta que "de la fachada de Palma daría importancia a la calidad arquitectónica, puesto que Palma depende mucho de la cara externa, que es la que mira al mar".

Beth Gali piensa que el paseo Marítimo "se debería pacificar, es decir, reducir el número de coches que circulan al día. El sistema de vía rápida, tal como se hizo en la Ronda de Barcelona y en la del litoral, a tramos hundida. Creo que no ha de ser una herida en el paisaje". Su exalumno, el arquitecto mallorquín, le sale al paso: "Reivindico la herencia de Beth: estudiar metro a metro el espacio. Se ha de generar debate, solo que en Palma somos de hablar poco". Añade: "Se deben reducir carriles y trasladar el tráfico al segundo cinturón, pero con un gran concurso". Gali le avisa: "Cuidado con el segundo cinturón, que no sea además todo túnel, debido a que los ciudadanos también somos coches", asegura.

Se llega al Palacio de Congresos, el Titanic del inicio del paseo: "No entiendo el emplazamiento", avanza Oriol Bohigas. "La arquitectura está bien", añade Gali. Mulet recuerda, y opina, que el proyecto inicial que hizo Busquets para la fachada marítima "daba dignidad al Molinar y el Palacio de Congresos lo colocaba a la entrada de la ciudad; no hizo urbanismo en palabras mayores y Palma perdió una oportunidad que ahora está pagando".

En plena temporada turística, con millones de personas entrando en la isla, surge un debate muy caliente: "¿Se debe poner freno al número de turistas? En Barcelona, la nueva alcaldesa, Ada Colau, está dispuesta a ello".

"Necesitábamos un cambio. Hay que ser audaz y comprometida. Colau lo es y mira cómo todos van a por ella. Tiene una idea clara de la ciudad, de cómo mejorarla. Toda innovación lleva cierta candidez, pero es preferible a seguir con ideas preconcebidas. Colau está viendo mecanismos buenos del capitalismo para la ciudad. Será interesante ver qué equipo elige. La mala gestión en Barcelona ha sido descontrolada. Hay que entender que Cataluña es una gran ciudad y esta es la que se ha de comunicar a los viajeros", apunta Gali. "Yo creo que habría que poner númerus clausus, porque en la isla los recursos y el espacio son limitados", lanza Mulet. Bohigas escucha.

Los protagonistas

Oriol Bohigas

-¿Usted también abomina de la Barcelona turística?

-El turismo es una plaga asesina. Claro que da mucho dinero, pero siempre lo he dicho: prefiero el turismo de chancletas. Entre convivir con millonarios de Montecarlo, prefiero convivir con un artesano del Poble Nou.

Beth Gali

-¿Qué opina de las medidas correctoras de Ada Colau?

-Barcelona necesitaba un cambio. Hay que ser audaz y comprometida a rajatabla, y ella lo es. Tiene una idea clara de ciudad. Claro que toda innovación lleva implícita cierta candidez, pero creo que es preferible eso a trabajar con ideas preconcebidas, cuyos resultados ya conocemos todos.

Vicenç Mulet

-¿Cree que hay que poner coto al turismo en Mallorca?

-En Palma se ha creado un urbanismo al hilo de los cruceristas para abrir tiendas de souvenirs. El turismo es un motor de transformación, pero debería haber númerus clausus porque el territorio y sus recursos aquí son limitados.

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