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El almacén de Cort

Los tesoros de Son Pacs

Una nave industrial en la carretera de Sóller se ha convertido en uno de los trasteros principales de la ciudad - Desde señales de tráfico a la estatua de Antonio Maura: hay de todo en el rincón de las curiosidades que sorprende a cualquier llonguet nostálgico

Es el lugar de la nostalgia ciudadana. El baúl de los recuerdos de Palma está en Son Pacs, esa finca del Ayuntamiento de Palma junto a la carretera de Sóller que comparten el área de Infraestructuras y la empresa pública Emaya. Hay repuestos de (casi) todo lo que hace que funcione una ciudad y en un espacio tan pequeño que sorprende: unos mil metros cuadrados de almacén y una explanada de una superficie cinco veces mayor. Con los años han acumulado tantos cachivaches que se han convertido en el trastero por antonomasia del Ayuntamiento.

El almacén de Son Pacs es una nave industrial que antes ocupaba la Empresa Funerària Municipal. Allí guardaban lápidas y ataúdes, según recuerdan los funcionarios más veteranos del departamento. Hace más de dos décadas que la sede de la funeraria se trasladó a Son Valentí y desde entonces el lugar ha perdido el "morbo", dicen los encargados del almacén.

En esa nave industrial recalaron durante años todos los chismes que nadie sabía dónde colocar. ¿Las urnas y las cabinas electorales? A Son Pacs. ¿Los cuadros del Casal Solleric que no estaban expuestos? A Son Pacs. ¿Que una escultura se caía en mitad de la ciudad por un temporal? Pues también a Son Pacs, que sobraba sitio. Pero el lugar ha perdido espacio tras el desembarco de Emaya hace unos cuatro años y ahora solo conserva un tercio de su tamaño.

Buena parte del almacén está ocupada por herramientas de uso diario. Por ejemplo, hay más de medio millar de señales de tráfico esperando destino. Algunas han sido retiradas bien por obras o porque han sido tuneadas por los ciudadanos. Como ese disco de prohibido aparcar que exhibe una pegatina que se burla de Mateo Isern y que ahora descansa a la sombra del estante.

Los electricistas también tienen su rincón. Hay farolas de toda clase. Se ven ejemplares del centro histórico, de los que parecen lámparas de aceite, todavía con las indeseables bombillas de vapor de sodio. Están los modelos más comunes de la ciudad, esos con forma de gancho que rematan los altos palos verdes. Y las lámparas de bola que todavía se pueden ver en barrios del extrarradio. "Estas ya no se colocan porque dan luz hacia todas partes. Hay muchos elementos que no cumplen la normativa", en este caso, por la contaminación lumínica, explica el jefe del servicio de Logística de Cort, Tomeu Amengual.

También guardan la iluminación navideña que no está subcontratada, lo que incluye la decoración de la fachada del Ayuntamiento y algunos carteles que felicitan las fiestas en la ciudad.

Una de las joyas del lugar son las antiguas lámparas de araña. "No sabemos de dónde son, probablemente vengan de Cort", explica Amengual. El departamento que las almacena debe tenerlas en su inventario, pero ellos solo actúan como depósito. Y ahí las tienen colgadas, a la espera de que alguien quiera recuperar los armatostes de bronce con pequeños cristales.

El gran almacén está lleno de curiosidades. ¿Por qué Cort compró dos estufas de terraza de bar? "Estaban en el castillo de Bellver, pero solo pueden ser utilizadas en exteriores, así que tuvieron que retirarlas. Hay cosas guardadas que sabes que nunca tendrán salida, pero las tienes que almacenar igualmente", agrega el jefe de Logística.

¿Recuerdan cuando en 2009 el Ayuntamiento instaló árboles de Navidad que se encendían a pedales? Pues allí se guarda una polvorienta bicicleta que espera muerta de risa a que alguien la recicle, la reutilice o definitivamente la tire.

"Pasaremos a buscarlo"

Tres personas vigilan a diario todo el material. Dicen que la frase que más oyen es "Esto pasaremos a buscarlo", pero luego nunca vienen. Así sucedió con unas máscaras de carnaval de dos por dos metros. "Se llenaron de polvo y las acabamos tirando". Y tres cuartos de lo mismo con un dibujo de gran formato del artista argentino Guillermo Mordillo, que representaba a un náufrago en una isla. "Alguien lo guardó, pero luego nadie lo quería y lo tiramos", explica Amengual. Nada se subasta y es una lástima, porque hay auténticas joyas para los amantes de lo antiguo.

"Hemos limpiado un poco, pero aún tenemos algo de síndrome de Diógenes", asegura el regidor de Infraestructuras y Accesibilidad, Rodrigo A. Romero (Som Palma). Entre los muebles retro se ven unas mesas que recogieron de la antigua sede de Gesa o unas mesas de delineante que ya están en desuso porque el rotring se ha sustituido por los comandos de Autocad.

Para las fiestas de barrio tienen un ejército preparado con mil sillas y casi un centenar de mesas. En otro almacén acumulan otras 3.500 sillas y 200 mesas. "Eso demuestra el gran trabajo de logística que se hace en el Ayuntamiento, porque cada año hay 100.000 movimientos de sillas", explica el concejal Romero, lo que implica que cada silla se utiliza en más de una veintena de actos anuales.

En la explanada exterior descansan todos los elementos que resisten a la intemperie. Hay una cruz de término que nadie recuerda de qué barrio es o la antigua señal metálica que daba la bienvenida a la vía Roma. O unas tarimas y escaleras que desearían cualquier bailaor de flamenco o cualquier predicador. Aunque uno de los lugares sorprendentes es la exposición con todas las baldosas con las que se han pavimentado las aceras de la ciudad o el recopilatorio de antiguas placas y números de calle. "Deberíamos tener un inventario único, pero no existe. Es imposible saber el valor económico de todo este material", cuenta el regidor de Infraestructuras.

La estrella invitada del almacén de Son Pacs es la estatua de Antoni Maura, colocada desde hace meses sobre dos palés de madera. Reposa junto a una hormigonera y unas vallas de obra, a la espera de que alguien le dé otra oportunidad para demostrar su oratoria.

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