-¿Qué objetivo se ha marcado para los sindicatos: pacificar la empresa o revolucionarla aún más?

-El convenio colectivo acaba el 31 de diciembre. Hay que negociar otro para cuatro años. Quiero negociarlo lo más rápido posible. Los trabajadores de Emaya tienen que saber qué les pedimos en la empresa y nosotros debemos ser exigentes con su trabajo.

-¿Cómo gestionará una plantilla de 1.400 personas que cada año plantea una amenaza de huelga?

-Con claridad. No sé por qué se han producido las amenazas de huelga, pero sé que hay algo que les ha dolido mucho. Desde la dirección de la empresa han hablado mal de los trabajadores y trabajadoras. Es un error y es poco inteligente. La imagen ciudadana de Emaya no es buena: hay que conseguir que estén orgullosos de la empresa y no piensen que es un lugar de enchufismo.

-¿Comparte la opinión de los antiguos gestores de Emaya de que los salarios de la empresa son altísimos?

-Los sueldos son altos, pero no son modificables. Es un derecho que han adquirido. Para mí es un activo. Como que no lo puedo cambiar, me da toda la autoridad moral para ser muy exigente.

-¿Y cuándo los sindicatos le pidan revisar los sueldos al alza?

-No creo que lo hagan. Son conscientes de su propia situación laboral y de la que hay en la calle. En Emaya no hay gran diferencia entre los sueldos más bajos y los más altos: la proporción es de uno a tres. Eso es muy equilibrado y los sindicatos lo saben. Por eso, analizado sobre el papel, Emaya no debería tener problemas sindicales.

-¿Privatizará más servicios de Emaya?

-No, al contrario. Habrá procesos que se internalizarán, aunque todavía no sabemos cuáles.