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Adiós

La última foto del Click

La hamburguesería del paseo Mallorca se despide tras 50 años de servicio - Cierra ahogada por las deudas - "Cada vez aprietan más las tuercas a los empresarios", protesta el dueño

Hernández posa frente a la puerta del Click: "Se me cae el mundo encima cada vez que vuelvo". Manu Mielniezuk

La persiana verde está cerrada y no se volverá a abrir. Es el recuerdo de un local que marcó época, un símbolo de la modernidad para una ciudad en los albores del boom turístico. La hamburguesería y pizzería Click ha dicho adiós tras 50 años sirviendo alegría en forma de comida.

Las deudas han ahogado a un negocio histórico, un reducto de humildad en una calle del lujo. Era un local que los padres descubrían a los hijos, pero que no ha llegado a transmitirse a los nietos. Ya nadie hacía cola en la puerta para degustar sus especialidades. La falta de clientes y las facturas -cada vez más elevadas- han condenado a una empresa que, en sus momentos álgidos, llegó a dar trabajo a una veintena de personas.

Fue una de las primeras hamburgueserías de Palma y la segunda pizzería de la ciudad, según recuerda el que hasta ahora era propietario del Click, Agustín Hernández. Nació el 1960 como trattoria en un local de Cala Major, pero poco después se reconvirtió al paraíso de la carne. En 1964 se trasladó al centro de Palma y comenzó a preparar brochetas, carne a la brasa? y, sobre todo, hamburguesas. Era una idea pionera, que el abogado mallorquín Juan Matas importó de sus viajes a Estados Unidos.

Dos años después, en 1966, abrió en su actual ubicación: el número 8 del paseo de Mallorca. Y desde entonces el local ha permanecido (casi) inalterado. Colores vivos, estilo pop y pósteres de cine. Bancos de madera y asientos de espuma mezclados con mesas de mármol blanco. Líneas rectas combinadas con arcos curvilíneos. Así estaba decorado un negocio rompedor para su tiempo. Al principio también exhibía máquinas de fotos. De ahí surgió su nombre.

Las lámparas blancas que cuelgan del techo ya no tienen clientes que iluminar. Víctima tardía de la crisis económica, el Click cerró sus puertas el pasado 17 de mayo. Todas las mesas permanecen apiladas en un rincón a la espera de que alguien quiera comprarlas. Los cuadros de películas ya no lucen en las paredes. Están a la venta en una galería de arte, por si algún cinéfilo nostálgico quiere llevarse un pedacito del local. El comedor se ve desangelado sin la decoración que le daba vida. Esa es la última foto del Click, la del adiós.

Hernández cuenta que en los últimos años solo facturaba la mitad de lo que el negocio exigía para sobrevivir: "En 2008 ya empezó el follón. Tonto fui por no haber cerrado entonces. He cometido una serie de errores que me han llevado a esto". El dueño de la clásica hamburguesería es crítico consigo mismo, aunque también culpa a las administraciones públicas de la falta de ayudas a la pequeña y mediana empresa. "Cada vez aprietan más las tuercas a los empresarios", asegura.

De camarero a propietario

A sus 57 años, Agustín Hernández es un veterano de la restauración, aunque toda su experiencia ha pasado por un único negocio. Cuando volvió de la mili, se enroló en el Click como camarero. De allí subió a encargado hasta que en 1995 se convirtió en propietario. "Yo ya había pasado dos crisis en el Click, la de la Guerra de Kuwait y la de 1982, y siempre habíamos salido bien parados. Creía que esta vez también iba a ser así?", se lamenta.

Dice que todavía se le cae el mundo encima cuando regresa al local vacío que ha protagonizado casi cuatro décadas de su vida laboral. La receta de su producto estrella se va con él. "Huevo, leche, sal, pimienta y carne" conformaban la base de la hamburguesa. "En el Click nunca hemos dado mala calidad", agrega este salmantino de nacimiento.

En los años 70 abrieron el pub situado en el sótano del local. Desde 2011 la sala de fiestas logró un gran éxito entre veinteañeros y treintañeros. "¡Incluso tuvimos que contratar a un portero!", cuenta Hernández. "Pero luego muchos locales de Santa Catalina nos copiaron la fórmula y nos quitaron gente". Los amantes del indie y de otros géneros alternativos pierden un local de referencia, porque el bar musical también ha echado el cierre. Hernández se queda sin empresas y está a la caza y captura de un trabajo. "No quiero abrir un negocio ni loco. Ahora me toca empezar de cero".

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