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Palma a la vista

Una cabina con agujero

Parte del mobiliario urbano como cabinas de teléfono se han convertido en postes publicitarios. Algunos, ligeros de ropa

Renovarse o morir. También para las cabinas.

Hoy si viésemos a un hombre encerrado en una cabina sin poder salir, nos daría risa, le haríamos una foto y la subiríamos al instante a instagram, facebook y twitter a la espera de saber a cuántos gusta la ocurrencia del momento. No somos cazadores de instantes, somos prisioneros de ellos. Mi reino por un Me gusta en un tiempo record.

Parecida suerte a la película de Antonio Mercero, que protagonizó brillantemente José Luis López Vázquez, a la que probablemente hoy el público no le concedería ni cinco minutos de su valioso tiempo, tan ocupados en ser el más rápido del chat, corre el mueble que da nombre a la cinta, que obtuvo un Emmy al mejor telefilme.

Las cabinas telefónicas han pasado a convertirse en mobiliario urbano en desuso, o casi; al igual que los buzones de correos. En el aeropuerto de Sevilla uno de éstos está incrustado entre dos oficinas de compañías áreas. Una metáfora de cómo va hoy la comunicación, de cómo la letra escrita en papel es más que nunca, papel mojado.

Sin embargo, somos apañados y como el mueble está ahí, total, pues vamos a darle utilidad: que se reinventen también las cabinas. A tenor de los tiempos que corren, que se espabilen también.

En razón de la reconversión, en Palma las cabinas de teléfono que aún quedan son utilizados de postes publicitarios. Siempre están más a ras de calle que esas enormes vallas que nos empequeñecen a medida que aumenta nuestro deseo de ser como la mujer, el hombre, del anuncio, o de comernos la madre de todas las hamburguesas que chorrea colesterol la mires por donde la mires.

Si no hablamos por teléfono desde ellas, al menos hagámosle una foto con su reclamo publicitario. Ahora en alza The Hole, un cabaret reseñado y aupado con elogiosas críticas, que está a punto de llegar a la ciudad.

Una mujer en top les, con los pezones cubiertos con la lentejuelas propia de un table dance, tatuada, con una pose provocativa que juega con su lengua. Es la estética cabaret que se pone a pie de calle. Idéntica publicidad se la ha visto en la trasera del bus turístico, solo que aquí es más explícito el mensaje. Dice así: "Hay que entrar en el agujero... para salir del agujero". La sutilidad publicitaria es manca de reflejos. Así viajan los turistas en el bus turístico de la ciudad.

La campaña publicitaria en vehículos o mobiliario urbano que de alguna manera es público está al alcance de todos. Miradas de niños incluidos. No seré yo quien me rasgue las vestiduras pero si como imagino que esta campaña ha sido aprobada por el anterior Consistorio, el del PP, y entre sus filas se promovió la ley de símbolos, a ver qué es más dudoso, ¿la senyera en un balcón o una actriz que enseña las tetas para incitarnos a ir a un espectáculo que se titula The Hole, El agujero? Hace unos días, se desmanteló una pequeña biblioteca en una cabina de Las Ramblas. ¿Ofenden más los libros?

José Luis López Vázquez quería salir de esa cabina como un personaje de Kafka del castillo. Se le ha puesto a la mujer en cueros para que le haga compañía. Él feliz e ingenuo: ha cogido el teléfono para llamarla solo que ella tiene un smarthphone. Él, su cabina.

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