Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Palma a la vista

Una tortuga en las estaciones

La tortuga en peligro de extinción en un parque que sobrevivió. L.D.

En 1999 Palma fue considerada una de las ciudades con mayor calidad de vida. En aquel mismo año se inauguraba en el Distrito Norte de la ciudad el Parque de ses Estacions. El gobierno municipal estaba en manos del Partido Popular que tenía mayoría absoluta y con la vara de mando del alcalde Joan Fageda, muy amigo de los programas constructivos que tiraban del filón del ladrillo que tan caro pagamos y por cuyas grietas nos estamos colando hoy. La arquitecta catalana Carme Pinós había ganado el concurso que acabó siendo una patata caliente porque iba atado a la constructora. El mismo proyecto que creó para la estribación de la plaza de España acabó hecho añicos una vez levantado para soterrar las vías del tren y del metro. Ocho años de tira y afloja y unas cuentas millonarias de sonrojo. ¡Éramos una de las ciudades donde mejor se vivía!

En el Consolat vivía Jaume Matas, un entusiasta de la edilicia como se está comprobando al que se le fue la megalomanía por la taza del W.C. En su segundo mandato tuvo lugar el ominoso derribo del Parc de ses Estacions que se vería compensado con luz y taquígrafos en cortes de cintas de colores. Para la arquitecta fue "una espina" por la que aún supura su herida como ha confesado en varias ocasiones.

Hoy el parque respira vida porque las ciudades las hacen las gentes y de aquel error, no constructivo sino por la desfachatez del despilfarro, y por el insulto a la propia autora del proyecto, se salda con la toma popular del espacio.

Hace unos meses que entre los inquilinos se ha colado una tortuga marina. Curiosa paradoja porque se trata de una especie seriamente afectada por la codicia, por la depravación de quien la convierte en sopa, en polvos mágicos de vete a saber qué potingues y por la pesca de arrastre o palangre.

Alguien ha esgrafiado al quelonio sobre uno de esos cubos o nichos saca humos que pululan por el parque, aprovechando que su color verde esmeralda le va bien a la tortuga. Con su sabiduría de animal antiguo -es uno de los más viejos ya que alcanza los 110 millones de años sobre la Tierra- contempla sin inmutarse la evolución de un lugar donde la vida arrasa como palangre con una de las páginas más disparatas de Palma de las últimas décadas, Palma Arena, Fachada Marítima, Palacio de Congresos aparte. ¡Qué tozudez tiene el ladrillo!

¿Alguien ha mirado el ojo de una tortuga marina? Es como mirar al ojo de un elefante. Ambos contienen el todo, el peso del mundo, la paciencia infinita que supone convivir con esos depredadores llamados humanos.

La tortuga del parque de las Estaciones se revuelve y cuando alguien se le aceraca, le guiña el ojo. Sabe que tiene los días contados porque en su mar de grafiti, llegará un día alguien blandiendo una pistola de espray y la convertirá en borrón y cuenta nueva.

Compartir el artículo

stats