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Crónica de antaño

El origen de los tradicionales belenes

Los nacimientos que durante estas fechas se exhiben en Palma se remontan al siglo XV y tienen influencias napolitanas

Uno de los belenes más singulares es el de las monjas franciscanas capuchinas. p. a. ramis

Durante la Nochebuena y Navidad los cristianos celebramos una gran noticia: el nacimiento de Jesús. Así nos lo recuerda el santo Evangelio: "Estando María y José en Belén, llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no encontraron sitio en la posada. En las cercanías había unos pastores que pasaban la noche a la intemperie, velando el rebaño por turnos. Se les presentó el ángel del Señor: la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se asustaron mucho.

El ángel les dijo: Tranquilizaos, mirad que os traigo una buena nueva: hoy, en Belén, os ha nacido el Mesías, el Señor [€]. De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios cantando".

Gracias a este texto de san Lucas se pudo conocer el escenario de este importante acontecimiento, escenario que se enriqueció mediante la tradición, la cual bebió, principalmente, de los escritos apócrifos. Fue así como aparecieron nuevos elementos como la cueva, el buey y el asno, la estrella€ Quiero decir con ello que esta iconografía del Nacimiento ha estado presente en el imaginario colectivo de los cristianos ya desde los primeros siglos, el cual se encargó de configurar la escenificación de los belenes.

Aunque desde muy antiguo se representó a la Sagrada Familia en el pesebre, sobre todo en pintura, el origen de los belenes se suele establecer a partir de la experiencia de san Francisco en Greccio, concretamente el 24 de diciembre de 1223. Efectivamente, ese año en este pueblo italiano, el santo de Asís organizó el primer belén viviente de la historia. Su primer biógrafo, Tomás de Celano, en su Vida primera, cuenta cómo Francisco, cuya "suprema aspiración era observar en todo y siempre el santo Evangelio", animó a un amigo suyo de Greccio, Juan, "un hombre de buena fama y de mejor tenor de vida, a quien Francisco amaba con amor singular, pues, siendo de noble familia y muy honorable, despreciaba la nobleza de sangre y aspiraba a la nobleza del espíritu", que para la noche del 24 de diciembre preparase una escenificación del Nacimiento: "si quieres que celebremos la fiesta del Señor, date prisa y prepara lo que te voy a indicar. Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno". Aquella Nochebuena el pueblo de Greccio se convirtió en un nuevo Belén, mientras "cantaban los hermanos las alabanzas del Señor y toda la noche transcurría entre cantos de alegría". A partir de ese momento los franciscanos se entregaron con devoción a la creación de belenes, principalmente mediante figuras de barro o madera.

Ya se ha apuntado en varias ocasiones sobre la importante influencia de los frailes menores en la sociedad mallorquina. Las tres órdenes franciscanas, presentes desde el siglo XIII, son las que mayor número de conventos han tenido siempre en la isla.

Por este motivo no nos debe extrañar que el belén de Jesús, el más antiguo y de más valor de Palma „y por extensión de toda España (siglo XV)„ fuese el de los frailes franciscanos del antiguo convento extramuros de Nuestra Señora de los Ángeles „conocido popularmente como ´de Jesús´ y que desde hace muchas décadas se reconvirtió en el Hospital Psiquiátrico„. Este belén, trasladado en 1843 a la iglesia del Hospital General, ha servido durante siglos como modelo de muchos otros elaborados en Palma. Por ejemplo, uno de los más singulares es el de las monjas franciscanas capuchinas, el cual puede visitarse durante las fiestas navideñas.El belén más antiguo y valioso de Palma era el de los franciscanos del antiguo convento de Jesús y ahora se encuentra en la iglesia del Hospital General

Los belenes más preciados en Palma son los napolitanos y los locales, los cuales guardan estrecha relación. En primer lugar tienen en común la influencia franciscana. No hay que perder de vista que Nápoles fue gobernada por reyes pertenecientes a esta orden durante décadas. En este sentido, destacan los reyes Roberto de Anjou y su esposa, la mallorquina Sancha „que era hija de Jaime II de Mallorca„, los cuales eran de la tercera orden. Tal como nos recuerda el especialista en belenes Jaume Llabrés, Sancha regaló al monasterio de Santa Clara de Nápoles, que ella misma había fundado años atrás, un belén excepcional, del cual hoy se conserva sólo la figura de la Virgen María, concretamente en el Museo Nazionale de San Martino.

En segundo lugar, la presencia mallorquina en Nápoles es constante, especialmente durante el siglo XV. Basta recordar la importante actividad mallorquina durante la construcción del Castelnuovo, con la figura de destacados escultores y maestros de obra, como Guillem Sagrera, Cristòfol Vilasclar o Mateu Forcimanya. Por no decir el largo número de caballeros mallorquines que habitaron en la corte napolitana, especialmente durante la época de Alfonso el Magnánimo.

Estos estrechos vínculos religiosos, culturales y políticos entre Nápoles y Mallorca se detectan también en los belenes de producción palmesana. Un caso muy claro es el que apunta Jaume Llabrés con las pinturas miniadas en La Biblia moralizada de Nápoles, encargada por el rey Roberto de Anjou. La composición escénica de esas pinturas, con posterioridad, fueron copiadas por las monjas capuchinas de Palma a la hora de elaborar su belén: un paisaje rocoso, con una cueva y al fondo una ciudad amurallada. Lo mismo pasa con la adoración de los pastores, la composición de la Virgen, sentada en el suelo junto al Niño Jesús, mientras san José espera recibir a los pastores y un ejército de ángeles vuela sobre la cueva. Estamos ante lo que será la composición de las capillitas gruta de las iglesias del sur de Italia y de Mallorca, y que posteriormente serán imitadas en las casas particulares.

De esta manera, con los siglos se han ido perfilando unas determinadas características que configuran los belenes tradicionales de Palma: en primer lugar se habla de Betlem y no de nacimiento ni pesebre; el belén se coloca en una cueva en vez de en un establo, y ésta a su vez se coloca en el centro de la composición general del belén; además de figuras de terracota o madera, se añaden figuras de cartón pintado; como telón de fondo se suele colocar un paisaje rocoso; en un rincón se puede representar la escena de la huída a Egipto, como también a un ermitaño o fraile medio escondido. Por otra lado, es costumbre sentar en una silla al Niño Jesús a partir de la Nochevieja, que espera la venida de los Reyes Magos; así como un sacerdote del Templo de Jerusalén acompañado de unos monaguillos, que alude a la Presentación de Jesús en el Templo, cuya celebración, el día 2 de febrero, cierra el tiempo de la exposición de los belenes.

Estas son algunas de sus características, aunque la mejor manera de conocerlos y apreciarlos es ir a visitar los diferentes ejemplos que hay repartidos por Palma.

*Cronista oficial de Palma

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