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Sa Torreta

Los barquillos y los corchos de Galindo

Fotografía exterior de la fábrica de Salvador Galindo. Información estadística ilustrada de Baleares

Curso del 69 en el antiguo colegio La Salle de las avenidas. El hermano que imparte la asignatura de trabajos manuales encarga la elaboración de un Belén con planchas de corcho. Los lasalianos encaminan sus pasos hacia una tienda de nombre Galindo de la calle Corderia. Días después, los mismos adolescentes se zampan a pares unos barquillos durante celebraciones navideñas. Curiosamente, la marca es la misma que la del comercio dedicado a la manufactura del corcho: Galindo. ¿Una casualidad? No. Salvador Galindo mezclaba en su negocio dos productos en apariencia tan incongruentes como los derivados del alcornoque y las láminas de harina, canela, vainilla, huevo y azúcar que, según la forma como sean enrolladas y horneadas, sirven para acompañar productos tan diversos como un helado, un turrón o un postre.

La web de la empresa asegura que corría el año 1927 cuando Salvador Galindo y su esposa Josefina Rodríguez crearon el discreto obrador de oferta dual. En un anuario comercial de 1935, aparecen las fotos de la tienda y de la fábrica. El despacho, ubicado en la calle Corderia 11, se anuncia como ´Fabrica de tapones de corcho Salvador Galindo´. Un cartel de dimensiones más reducidas alude a la fabricación de barquillos, lo que demuestra que esta era una actividad de temporada. El interior está repleto de cajas de hojalata para conservarlos.

La fábrica estaba en el Eixample y los carteles de la fachada abarcaban mayor variedad de productos: ´Manufacturas de corcho y fábrica de barquillos de Salvador Galindo´. En inscripciones más pequeñas se informa de que sus productos van más allá de las Navidades: ´Obleas para helados´. Hoy la factoría está en la calle Antoni Ribas, el corcho ha cedido protagonismo a los productos comestibles: barquillos, corazones, cucuruchos y obleas. Quizás porque el plástico y otros materiales sintéticos ganan terreno al alcornoque. Pero en el recuerdo siempre quedará este comercio tan peculiar de Palma en el que un día adquiríamos una plancha de corcho para elaborar un tablón de anuncios y al siguiente unos barquillos con los que acompañar el turrón.

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