El Bar Alaska es uno de esos lugares que imprimen carácter a una ciudad. Mucho más que perritos, hamburguesas y patatas fritas. Este local mítico, con casi 80 años de antigüedad, podría irse al garete si el Ayuntamiento de Palma le retira la concesión para siga funcionando. El consistorio palmesano reconoció ayer que estudia la posibilidad de cerrar el Alaska, aunque de momento es solo eso: una posibilidad.

El encargado del negocio no salía de su asombro. "Sería una decisión injusta. No es normal que te quieran echar a la calle de la noche a la mañana y te enteres por los periódicos", afirmaba Francisco Soria. El jefe del local se convirtió en el protagonista involuntario del día ante las reiteradas visitas de periodistas que querían conocer su opinión al respecto de los planes de Cort. "Ya ha venido una docena de personas a decirnos que están cabreadas. Y es normal, llevamos aquí toda la vida", explicaba.

Soria comenzó a trabajar en el Alaska en 1968 cuando era un adolescente. Ahora le quedan cinco años para jubilarse y teme que no pueda completar ese ciclo en la plaza del Mercat. Junto a él, se irían otras cuatro personas al paro. "Hace años que el Ayuntamiento hablaba de cerrarnos el bar y reformar la plaza, pero fue el pasando el tiempo? Ahora con lo de la estatua de Maura se acelera todo", apuntaba el encargado.

La caída accidental de la efigie de Antoni Maura Lacaída accidental de la efigie de Antoni Maura fue la primera mala noticia que recibió la plaza del Mercat. La siguiente fue la poda severa de todos los árboles, incluido el ficus protegido. Y se sumarán dos cambios más: Cort arrancará todos los palmitos de los parterres circulares y, además, trasladará en breve todo el pedestal que acompaña la imagen de Maura a otro lugar del centro de Ciutat.

El cierre del bar Alaska culminaría el plan del Ayuntamiento de Palma para arrancar la vitalidad a una plaza tan céntrica como la del Mercat. El consistorio asegura que la concesión se les ha terminado, pero el local tiene una "prórroga automática" hasta que se decida qué quieren hacer con él.

"Seguro que quieren llenar todo esto con terrazas de pijos", opinaba el cliente Juan Enrique Sans. Esa era una de las sospechas que ayer planeaba en la mente de los parroquianos del Alaska. "Si le quitan la estatua y el bar, esta plaza la matan. No va a haber nadie", razonaba Emilio Macanás, propietario de la parada anexa de castañas.

El Bar Alaska llegó a la plaza del Mercat en 1936. Luego se transformó en el Kiosco Bar Real para regresar a su nombre original hace un par de décadas.

La fama del Alaska no se debe solo a la comida. Es un negocio que lleva todavía la vida inmóvil, un concepto ideal para comer algo rápido o para sentarse tranquilo a tomar una caña y arreglar el mundo en esas sillas metálicas que rehuyen la ergonomía. Ha formado parte de pregones de la fiesta del Estendard -la escritora Llucia Ramis lo citaba en 2010- y, más recientemente, ha protagonizado un anuncio de telefonía.

En esa barra han despachado a muchos famosos, aunque el cliente más especial -aseguraba Soria- ha sido el rey Felipe VI. "Cuando era pequeño venía con sus compañeros de vela a comer un helado. Luego de mayor vino otra vez a tomarse una horchata", recordaba el barman. Soria indicaba que un montón de gente ha pasado por las mesas del Alaska con sus hijos y nietos, por lo que pide un deseo a las autoridades municipales: "Que no nos cierren".

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