Vivir permanentemente conectados o vivir al margen. No nos hagamos los estrechos, somos nudos en la red porque al igual que las células que nos conforman, no podemos vivir sin estar en contacto. La contaminación es nuestro destino. Somos seres polucionados, además nos gusta vivir en red.

Mordimos el anzuelo ávidos de ser uno más en el mundo y no caímos en la cuenta de que el precio iba a ser alto, por no llamarlo estafa. Donde nos prometieron un saber enciclopédico barato y sin riesgos, nos encontramos con enciclopedia sí, pero desordenada y muchas veces sin fundamento.

Los apellidos de la realidad paralela son Saturación y Masificación. Con semejantes linajes nos movemos por las autopistas del espacio virtual a velocidad de caída libre, aunque no. La conectividad dista mucho de ser tan rápida como nos prometen. Los engaños del mercado de las comunicaciones no tienen límites, sí los dientes largos.

Nuestras manos no nos bastan para sostener el bolso, al hijo, a la novia y al celular a la vez. O soltamos lastre o nos implantamos el tercer brazo. Esta claro que el lastre que soltamos en el siglo XXI es la legítima, el novio, el amante, el hijo, tal vez el bolso y por último, el teléfono móvil, que ¡un whatsApp es un whatsApp! En nuestra ayuda, ese espacio casi siempre abierto: la red inalámbrica Wi-Fi que, al igual que el resto de integrantes de la familia de la tecnología virtual, está cargada de taras.

En Palma, en la calle del Vino, no hay mejor lugar para rubricarlo, ha aparecido el siguiente escrito: "En esta ciudad hay más redes Wi-Fi que sentimientos".

Despierte del letargo. Palma es inalámbrica. No le busque conexiones ni espere que nadie le eche un cable. Somos hijos de los sin red que es algo así como funambulistas del abismo a velocidad de vértigo. Solo que el ponderado wi-fi está más quemado que el pavo del pavo de Navidad: ser el plato fuerte de la mesa es demasiada responsabilidad.

El escrito en el suelo, esa alfombra sentencia, hecha con tiza rosa, tiene una afirmación trampa: "Hay más redes wi-fi que sentimientos". Lo que ocurre, quizá, es que los manifestamos de otra manera. Hoy no se quiere si antes no se testimonia con un selfie porque lo que nos pasa es que estamos enfermos de cotilleo que es el signo visible de la peste contemporánea: estamos mas solos que la una. Díselo a todo al mundo, hazte un autorretrato, envíalo a través del chat a tus contactos y espera respuesta; en un segundo alguien enviará un emoticono o una abreviatura o una foto que, por supuesto, será el selfie del remitente. Así nos amamos, así nos comunicamos, así escribimos la historia cotidiana. Las ciudades ya no son espacio ni lugares son los nudos de una red a la que engancharse para no caer en el abismo de la soledad siglo XXI.