El 29 de junio de 1915 -lo contábamos en nuestro anterior artículo- el Ayuntamiento se había comprometido a rendir un gran homenaje a Ramon Llull con motivo del sexto centenario de la muerte del sabio. La construcción de un gran monumento en el puerto era el objetivo, pero ¿qué ocurrió ese día?, ¿hubo escultura? No, por supuesto. Lo único que pusieron las autoridades, con gran parafernalia, fue la primera piedra del futuro memorial. Se montó una grandiosa comitiva. El desfile estaba encabezado por los guardias municipales a caballo, los bomberos y los peones camineros, “uniformados todos ellos”. Después seguía la banda de música de la Casa de la Misericordia. A continuación se ubicaron los alumnos de varios colegios privados y públicos.

En el siguiente tramo estaban los empleados municipales y representantes de toda cuanta asociación existía en Palma, desde la Arqueológica Luliana, hasta el Colegio de Notarios, pasando por el Círculo de Obreros Católicos o la Liga de Propietarios de Fincas Urbanas. Estaban, por supuesto, el alcalde y los concejales. Y las autoridades religiosas, encabezadas por Antoni Maria Alcover y Miquel Costa i Llobera. Y otra banda de música, la municipal. Y un gentío que seguía el acto desde las murallas o los balcones próximos al lugar. Y se colocó la primera piedra “del monumento que Mallorca dedica a perpetuar la memoria del beato Ramon Llull, junto a la bahía donde el mayor de nuestros filósofos, el más esclarecido de nuestros escritores... lanzó el último suspiro”. Y en la parte superior del bloque se leía “Ayuntamiento de Palma. 1915. Colocó esta primera piedra el Excmo. sr. don Fernando España y Truyols, conde de España, en representación de su majestad el rey Alfonso XIII”.

¿Y cuándo se colocó la segunda piedra? Lo ignoro. Lo cierto es que el monumento dedicado a Ramon Llull en el puerto de Palma es obra de Horacio de Eguía (1914-1991) y no fue inaugurado hasta 1967. Aunque antes hubo otra escultura de Llull en la unión de las avenidas con Vía Roma, la de la primera piedra de 1915, la de la bahía, tardó 52 años en hacerse realidad.