En el Manzanario de 1815 de la parroquia palmesana de Santa Cruz, encontramos a Bartolomé Sureda compartiendo domicilio con su padre, su hermano Mateo y la familia de éste. Se trataba de una casa sencilla, en la que nuestro protagonista aparecía registrado como "carpintero".

Parece ser que residió en la isla hasta 1817. Durante su estancia participó en algunos proyectos de la Sociedad Económica Mallorquina de Amigos del País, como fue, por ejemplo, la mecanización del tejido de lana del hospicio palmesano. Durante el mes abril de 1817 pudo reanudar su labor profesional al ser nombrado director técnico de la Real Fábrica de Paños de Guadalajara. Parece ser que durante esos años, Sureda enseñó a Francisco de Goya el procedimiento litográfico, pues la primera litografía del artista data de 1819. La dirección de la Real Fábrica de Porcelana de la Moncloa, de las Reales Fábricas de Cristales de San Ildefonso, del Real Conservatorio de Artes, o su asesoramiento en el Real Establecimiento Litográfico, dirigido por José Madrazo, ocuparon los siguientes años de su vida.

En 1829, cuando contaba con sesenta años de edad, Sureda empezó a tener problemas de salud "por serle contrario este clima", el de Madrid. Por ello, durante el mes de noviembre solicitó su jubilación para poder regresar a su Mallorca natal.

Una vez en Mallorca intentó hacer vida de jubilado, "pinta cuando hace mal tiempo y pesca cuando hace bueno: y se ha hecho muy perezoso y solitario", contaba su mujer por carta. Esa actitud debió durar solos unos meses, recuperándose de su salud, pues durante el mes de agosto estaba colaborando en el levantamiento topográfico de la albufera de Alcúdia y el diseño de su canalización. Luego siguió colaborando con otras obras públicas, especialmente en la mejora de caminos, como por ejemplo el de Andratx. En 1835 fue nombrado miembro de la comisión encargada de escoger las obras procedentes de los conventos desamortizados (desamortización de Mendizábal), las cuales deberían formar parte de un futuro museo.

Ahora bien, a medida que se fue haciendo mayor, fue abandonando estos trabajos más profesionales o técnicos, y se decantó, cada vez más, por aquellas artes que conocía y nunca había abandonado: el dibujo y la pintura. Precisamente, en reconocimiento a su carrera artística, en 1837 fue nombrado director de la Academia de Nobles Artes que, recordemos, dependía de la Sociedad Económica. La presencia de Sureda en la Academia supuso un impulso para la aplicación de nuevas técnicas artísticas en la isla, entre ellas el daguerrotipo que acababa de introducir el grabador y pintor Francisco Muntaner. Precisamente con este último colaboró, junto a dos de sus jóvenes discípulos Pedro de Alcántara Peña y Melchor Umbert, en la elaboración de los daguerrotipos utilizados para ilustrar la conocida obra Panorama óptico-histórico-artístico de las Islas Baleares, de Antonio Furió.

La tarea al frente de la Academia era enorme. Situada su sede en una parte del exconvento de San Francisco, recién desamortizado, contaba únicamente con dos profesores, los primos Juan Torres Trobat, pintor, y Miguel Torres Sancho, escultor. Años más tarde, entre 1843 y 1850, la Academia pasó a depender del Instituto Balear -el cual, a su vez dependía de la Diputación Provincial-. Finalmente, en 1850 fue creada la Academia Provincial de Bellas Artes, de la que Sureda fue nombrado académico.

En cuanto a la producción pictórica de Sureda, hoy se encuentra dispersa y la mayoría de ella nos es ajena. De todas formas sabemos que fue de gran calidad artística. Por ejemplo, en 1920, el marqués de Ariany publicó en Madrid el valioso estudio Cuadros notables de Mallorca: colección de Don Tomás de Verí. Verí, cuya pinacoteca era de las más ricas de la isla -hace ya tiempo deshecha y muchas de sus obras se encuentran ilocalizables-, contaba con un gran número de cuadros de Sureda. De hecho, en el mencionado estudio se le cita como un pintor de primer nivel, relacionándolo con otros artistas de la talla de Bestard, Mesquida o Femenia -indispensables para entender la historia de la pintura isleña-.

Desde este punto de vista, Sureda tuvo -a parte de las innovaciones técnicas antes mencionadas- una considerable repercusión artística en Palma, especialmente en el campo del género paisajístico. No en balde el pintor Juan O´Neille lo consideraba como el introductor del paisajismo inglés. En este mismo sentido se refiere Catalina Cantarellas al hablar de sus grabados: "Los grabados de Sureda de la época [se refiere a unos publicados en 1798] son un claro testimonio tanto del fruto del aprendizaje cursado en Inglaterra como de la influencia de los dibujos y grabados técnicos ingleses". Por otro lado, la misma autora sugiere añadir la influencia y experiencia industrial del Buen Retiro y de la Moncloa, para entender mejor el paisajismo de Sureda.

Bien fuese por sus pinturas, bien por su posición como director de la Academia de Nobles Artes, Sureda tuvo diversos discípulos, y de diferentes generaciones sobre los que influyó considerablemente. Por ejemplo, con el pintor Agustín Buades Frau (1804-1871) tuvo una estrecha amistad. Buades, el mejor retratista de la burguesía palmesana de su época, impartía clases en su propia casa. Y allí mismo también se reunía con un nutrido círculo de amistades y conocidos entre los que se encontraban José María Quadrado y el propio Sureda. Otros discípulos más jóvenes fueron los pintores Juan Mestre, Melchor Umbert o el polifacético Pedro de Alcántara Peña, los cuales acabarían convirtiéndose en figuras destacadas del mundo cultural palmesano.

Estos discípulos fueron deudores de los conocimientos y obra de Bartolomé Sureda, convirtiéndose de esta forma en el impulsor del género del paisaje en Mallorca, que años más tarde, ya en la década de los sesenta, encontraría su punto más álgido en el pincel del paisajista mallorquín por excelencia: Juan O´Neille.