En la orilla de la playa de Can Pere Antoni, Manolo González encontró ayer un ´ojo de Santa Lucía´, el opérculo de una concha, que dicen que da buena suerte. Todos los días va a caminar por la arena sobre las siete, cuando apuntan los primeros rayos de sol. Es más tempranero que su vecina Gabriela Rodríguez, que llega a las 7,30 a la playa y quien también se entretiene buscando los peculiares fósiles. "Con ellos me he hecho unos pendientes y un collar", dice esta residente de Foners. Los madrugadores de Can Pere Antoni son sobre todo gente que acude a pasear, nadar y correr por la arena. "A las 6,30 ya hay varios haciendo deporte y en el agua", afirma el encargado de la limpieza, Magno Silva, que empieza a esa hora a trabajar y debe "recoger lo antes posible los desperdicios que dejan quienes vienen por la noche". Entre ellos hay grupos de amigos o familias, principalmente sudamericanos, que cenan allí y se llevan para ello mesas plegables y antorchas o faroles con los que alumbrarse hasta la madrugada.

Unas horas antes, al caer el sol, frecuentan la playa numerosos aficionados al voleibol y, de vez en cuando, también se ve algún grupo haciendo yoga, mientras van llegando los clientes de los bares y restaurantes del paseo, muchos vestidos de punta en blanco. Pese a que a lo largo de la jornada predominan quienes acuden a tomar el sol y bañarse, la variedad de público de Can Pere Antoni es un contraste casi continuo, no solo por su actividad durante las diferentes horas del día, sino también en un mismo periodo de tiempo.

Al amanecer conviven el rico que reside en la finca situada en la primera línea y saca a pasear al perro, el indigente que duerme bajo la bandera azul de la playa, los deportistas mañaneros y los habituales que acuden "antes de que el sol pegue fuerte, porque no se aguanta", dice Dulce Espinosa, que frecuenta este arenal urbano con su marido sobre las 8,30. Le parece la mejor hora, aunque critica que "está sucia por culpa de la gente que viene de noche. La tendrían que limpiar más".

A primera hora de la mañana se ha formado un grupo. "Todos nos conocemos, porque hace muchos años que venimos", dice Gabriela, quien acude a nadar "los 365 días del año. Cada 22 de diciembre, el día de la Lotería, los habituales lo celebramos con una merienda", destaca. Isabel Capó, de 86 años, tiene el mérito de venir de Algaida. "El médico me recomendó caminar por la arena para mejorar la circulación y eso hago desde hace más de cuatro años, tanto en verano como en invierno, pero solo me mojo las piernas", indica.

Manolo también se animó por motivos de salud. "Me operaron de una hernia discal hace cinco años y el fisioterapeuta me dijo: si caminas por la arena, no te hará falta rehabilitación. Y es verdad", afirma poco antes de encontrar el ´ojo de Santa Lucía´. Para María Pérez, la razón de ir a la playa temprano es que "el agua no está movida ni hay mugre", tal como corrobora Carmen, que acude con su marido, Generoso, y a quienes les gusta sobre todo "la playa tranquila, el agua limpia y sin niños que griten".