­Se habla mucho de la smart city pero pocos saben realmente qué es una ciudad inteligente, por lo que dos expertos palmesanos han publicado el libro De la nada a la smart, inspirándose en el caso de Ciutat. El libro está en formato pdf -"era impensable hacerlo en papel, porque tiene que ser smart desde el comienzo hasta el final"- y se descarga de forma gratuita en la página web www.delanadaalasmart.com. La lectura requiere disponer de un smartphone, debido a que sus autores, Tomeu Crespí y Joaquín Inarejos, han incluido códigos QR para ofrecer un texto más interactivo, así como tuits, frases célebres, chistes e incluso una imagen de Homer Simpson.

Los especialistas han escrito este pequeño libro con sentido del humor, un lenguaje sencillo y de forma didáctica para que lo entiendan las muchas personas que les preguntan qué es una smart city. "Básicamente smart significa inteligente, avispado, hábil, eficiente, etc." Añadiendo la palabra ciudad y asomándose a la ventana, tienen la respuesta: "Es posible que veas el tendido eléctrico, algún jardín público, un contenedor de basuras, varios semáforos, tapas de alcantarillado, una fuente decorativa, bicis, coches, la parada de autobús... Todos estos elementos pueden estar gestionados mediante soluciones smart. No es más que gestionar en tiempo real estos recursos y, por lo tanto, hacerlo de una forma mucho más eficiente", lo que "se traduce en un mayor ahorro para la ciudad y en una mejora de los servicios al ciudadano", tal como explican.

Creen que el concepto smart city estará de moda hasta el año 2020 y "después de esta fecha pasarán dos cosas: o habremos logrado aplicar el sentido común o se instalarán definitivamente las stupid city". En la contraportada piden a los lectores que hagan un análisis crítico sobre "qué están haciendo los directivos y autoridades" de sus ciudades respecto al citado término.

Uno de los capítulos se centra en las "cosas serias" que se llevan a cabo en este tipo de urbes, como por ejemplo la creación de aplicaciones móviles (app); implantación de infraestructuras tecnológicas y/o redes wifi, así como sensores distribuidos por la ciudad que recopilan y tratan información (sobre residuos, plazas de parking, papeleras, etc.); farolas que se encienden en función de la luminosidad; uso de vehículos eléctricos; Bicipalma; o incentivos para las energías renovables, entre otras cosas.

Con ironía y algún que otro guiño a Palma, también ofrecen un capítulo sobre "cosas cómicas" que se hacen en estas ciudades llamadas inteligentes. Algunos de los ejemplos son "ofrecer wifi gratis en la calle y no indicar con carteles que existe wifi disponible en esa área; hacer aplicaciones móviles sin contenido; ofrecer cursos de formación para salvar la brecha digital y usar Windows 95 o 2000 en ordenadores de más de diez años; o estar hablando de la administración sin papeles y seguir comprando impresoras... de última generación".

En sus smart reflexiones, los autores aconsejan a los gestores que tengan una visión global y una estrategia para sus ciudades, les recuerdan que los tempos políticos y de los técnicos no comparten los mismos calendarios y que las infraestructuras tecnológicas marcarán la rapidez de la salida de la crisis, además de que "no perder la adaptación smart en la ciudad permite eficiencias económicas, ampliación de las perspectivas de futuro y ofrecer oportunidades nuevas a los agentes implicados". Aunque concluyen que "la tecnología es casi lo de menos, lo que importa es la comunicación entre los agentes que habitan la ciudad".