­Las pinturas murales de Soma han pasado de ser borradas por la brigada antigrafitis de Palma a ser expuestas en el Casal Solleric. El artista callejero lleva cinco años utilizando como lienzo los muros y fachadas degradadas de sa Gerreria, pero ayer se estrenó en el patio de uno de los edificios más emblemáticos de Ciutat. No roció con espray sus centenarias paredes, sino un enorme panel que podrá ser visitado hasta el 3 de agosto.

La intervención pública de Marc Peris, titulada La meva ment és un palau, pretende que "los espacios culturales como el Solleric se abran al arte urbano, a manifestaciones artísticas que están en la calle y que no pueden confundirse con simples grafiti. No todos los que se compran un espray son artistas", destacó la directora de la Fundació Palma Espai d´Art, Pilar Ribal.

Para Soma, "el arte urbano es una evolución del grafiti, que se implantó hace más de 30 años en Estados Unidos como forma de mostrar la individualidad o las inquietudes de uno". En su caso, el objetivo es expresarse "a nivel artístico y participar en la ciudad, debido a que muchas veces nos sentimos alienos a ella".

Al licenciado en Bellas Artes le gusta que sus obras "estén en la calle, porque llegan a más gente. La participación de la ciudadanía en el espacio público es positiva siempre y cuando se respete la colectividad". Por este motivo, escoge lugares "que no atenten contra el patrimonio", sino todo lo contrario, es decir, "que estén degradados, como los muros de solares o las tapias de edificios abandonados. En el casco antiguo hay muchos. Jamás estropearé un inmueble histórico".

Marc Peris diferencia entre el tag -la firma de un grafitero- y trabajos como el suyo. "Se tarda dos minutos en hacer una firma, pero las multas les caen a autores de obras elaboradas, a los artistas urbanos", ya que son fáciles de ver por el tiempo que invierten.

Ayer no tuvo que esconderse, aunque utilizó la misma técnica y materiales que cuando trabaja en la vía pública: "esprays, pintura acrílica, silicona para pegar los elementos tridimensionales" de la obra, como bichos de plástico, e incluso los típicos llonguets palmesanos. El resultado, que se podrá ver completo a partir del martes, "es una metáfora de mi mente. El palacio, o casal, es un espacio cerrado lleno de cosas y mi mente es así, como un campo de batalla" en el que "los gallos representarán la dualidad del conflicto", según explicó. Y como dice en el texto de presentación, la obra también escenifica su imagen de la ciudad que habita.