En 1885 el ingeniero Eusebio Estada publicó el libro La ciudad de Palma, el cual tuvo una gran repercusión sobre la opinión pública. Entre otras cosas, Estada recogía una idea generalizada entre los ciudadanos de aquel momento: derribar las murallas y urbanizar las zonas limítrofes de la ciudad, en las cuales, hasta entonces y por motivos militares, estaba prohibido cualquier tipo de urbanización. Esta decisión tan drástica -la de derribar las murallas- se justificaba, según la mentalidad de la época, por tres motivos: el desarrollo industrial, las condiciones higiénico-sanitarias y el aumento desproporcionado de la población. Por ello, los políticos empezaron a realizar gestiones para que, primero se suprimieran las "zonas polémicas", es decir, las zonas extramuros en las que no se podía urbanizar; y segundo, que el Estado cediese el recinto amurallado a la ciudad. Finalmente, a principios de 1902, Alfonso XIII firmó la Real Orden por la que se concedían las murallas a Palma. El 8 de agosto de ese mismo año, se inauguró con mucho boato el derribo del recinto murario.

La construcción­ de las nuevas murallas abaluartadas (siglos XVI y XVII) había significado que las antiguas puertas islámicas quedasen "encerradas" dentro de los nuevos baluartes, perdiendo su función de acceso a la ciudad. En su lugar, entre baluarte y baluarte, se abrieron nuevas puertas. La puerta nueva de Santa Margarita se abrió frente a la actual plaza España. A pesar de ello, la puerta "vieja" de Santa Margarita, es decir, la antigua Bad-al-Kofol, conocida también como la Puerta de la Conquista o del Esvaidor, la misma por la que Jaume I con su ejército accedió a Madina Mayurqa, seguía teniendo una fuerte carga simbólica e histórica para los palmesanos. De hecho, el arquitecto y urbanista Gabriel Alomar llegó a afirmar que a la puerta de Santa Margarita "se le daba el valor de una reliquia".

Por ello, tras el lento transcurso de la demolición de las murallas, concretamente hacia el 1905, surgieron algunas voces de la intelectualidad palmesana que proponían conservar esa antigua Puerta. La presión conservacionista fue en aumento hasta tal punto que el 6 de abril de 1907 el Ayuntamiento de Palma aprobó su conservación. Enseguida ordenó realizar un proyecto con el fin "de conservar la puerta de Santa Margarita, haciendo con ella algo parecido a la conservación de la Puerta de Alcalá de Madrid". Por desgracia, había un sector de la ciudadanía -especuladores o propietarios con solares o empresas cercanas al monumento- que enseguida se opusieron a la conservación de la Puerta.

Entre estos últimos se encontraba una voz autorizada en el tema, Eusebio Estada, el cual opinaba, sinceramente, que la puerta islámica se encontraba en un estado deplorable y además interrumpía el paso de una calle principal de Palma, la de San Miguel. Por tanto, Estada defendía su demolición y levantar una nueva puerta, más digna, en una ubicación más acorde con la nueva urbanización de la zona.

Ahora bien, Estada fue una excepción, pues la mayoría de la intelectualidad se posicionó a favor de la conservación. Durante una temporada, en los diferentes periódicos de la ciudad tuvo lugar una discusión pública entre impulsores y detractores. Mientras El Diario de Palma y La Almudaina publicaron artículos a favor del monumento, otros periódicos como La Tarde los publicaron en contra. Finalmente, el 28 de julio de 1908, el rey firmó el Real Acuerdo por el cual se declaraba a la Puerta de Santa Margarita Monumento Nacional. Ya se habían presentado una serie de proyectos, en los que todos ellos aparecía la Puerta en el centro de una plaza ovalada. Pero cuando al fin parecía que se había ganado la batalla... una mañana, el 27 de febrero de 1912 apareció el monumento destruido. En el Correo de Mallorca se pudo leer la noticia: "Esta pasada noche, sobre las doce y cuarto, los estampidos de varios barrenos pusieron en alarma a los tranquilos vecinos de la Rinconada de Santa Margarita [€] ¿Por quién? Por una numerosísima brigada de obreros. No sabemos quienes la componían; pero sí sabemos que se viene diciendo que en ella había numerosísimos obreros del Ayuntamiento". Tremendo.

A pesar del desastre,­­­ la Junta Provincial de Monumentos intentó salvar los restos de la Puerta con la intención de volverla a reconstruir. Pero todo fue inútil. El gobernador aprobó la finalización del derribo y el Ayuntamiento ejecutó la orden. Esta decisión provocó la dimisión en bloque de la Junta Provincial de Monumentos.

En compensación, el Ayuntamiento decidió colocar, en la nueva plaza de Joanot Colom (actual plaza España) una escultura de Jaume I como recuerdo de la entrada del rey en Madina Mayurca. El Consistorio se dirigió por carta al rey Alfonso XIII para ofrecerle la posibilidad de ayudar a sufragar el monumento del Conquistador, a lo que el rey respondió enérgicamente que no y al mismo tiempo que mostraba su indignación por el derribo de la puerta de Santa Margarita.

Entonces se abrió una suscripción popular con un crédito de quince mil pesetas. Se convocó un concurso para realizar el monumento, el cual fue ganado por el escultor Ignacio Farran. La primera piedra del monumento fue colocada por la infanta Isabel, la Chata, en 1913, bajo la presencia de un numeroso público, entre los que se encontraba el alcalde Antonio Pou. De Farran son los escudos que blasonan el monumento (el del rey de Aragón y el del conde de Barcelona). En cambio, tanto el soldado (almogáver) que levanta el ramo de laurel (signo de la victoria) y la escultura ecuestre del Conquistador son obra de Enric Clarassó, pues en 1914 Ignacio Farran había abandonado el proyecto.

El monumento tardó muchos años en finalizarse, sobre todo por la cuestión económica, pues no fue hasta la fiesta de San Sebastián de 1927 que se pudo inaugurar. Por cierto, bajo el monumento de Jaume I todavía hoy se conserva el puente que daba acceso a la puerta nueva de Santa Margarita.