La Palma de 1814, era una ciudad que hoy nos sería irreconocible. Era una época en la que, por ejemplo, el alcalde de Palma despachaba con los palmesanos en su casa. De esta forma, en los primeros días de enero, el presidente de la corporación municipal, Josep Desbrull, recordaba a la ciudadanía que tenía las puertas de su casa del Born abiertas para recibir de las ocho hasta las once de la mañana. Con gran escándalo de los sectores conservadores, el sábado día 7 de ese mismo mes se abrió por primera vez el cementerio municipal, en terrenos de Son Tril·lo. Como se sabe, hasta entonces la gente se enterraba en claustros e iglesias.

En febrero se vendía el predio del Terreno, que había sido del cardenal Antoni Despuig, el cual daría nombre a uno de los barrios más singulares de Palma. Ese mismo mes se inauguraba, en la capilla de los reyes de la iglesia conventual de Santo Domingo, el famoso mausoleo del marqués de la Romana, obra de Josep Folch Costa -hoy conservado en la Catedral-. Para su elaboración se utilizaron jaspes del predio de Sollerich, y el mármol blanco se extrajo de la finca de Son Puigdorfila y de Es Barranc; mientras que para el manto de púrpura de la escultura, se utilizó piedra de Sa Mola d´en Brondo, de Valldemossa.

Aunque una de las noticias del mes de marzo fuese que se había detectado "el mal de rabia", por lo que se autorizaba matar a cualquier perro que vagase por las calles; la más importante fue la inesperada entrada del rey Fernando VII en España, concretamente el día 30. Recordemos que el 15 de ese mismo mes, el rey había sido liberado por Napoleón, cuando España, con ayuda británica, había conseguido liberarse del yugo francés.

Para celebrarlo, el capitán general, Antonio de Gregorio, organizó el canto de un Te Deum en la capilla real de Santa Anna, en el palacio de la Almudaina.

El 11 de abril, en el convento de Santo Domingo, Fr. Antonio de Alfaro durante su predicación atizó contra los defensores de la Constitución, considerados por los conservadores "enemigos del trono y del altar". El escándalo fue tan grande que el fraile fue arrestado en su convento. Por las calles y ambientes públicos o semipúblicos se podía apreciar la tensión entre los liberales (o constitucionales) y los conservadores. El 27 de ese mismo mes llegó la noticia de la caída de Napoleón Bonaparte, por lo que se ordenó repique de campanas por toda la ciudad. Ante la nueva situación de aparente paz y estabilidad, muchos catalanes que se habían refugiado en Palma quisieron regresar a Cataluña, aunque se tuvo que disponer de una suscripción popular para comprar billetes de barco, pues muchos de ellos no podían costearse los gastos.

El 1 de mayo se organizó una procesión para celebrar la llegada de Fernando VII y por la noche hubo baile de máscaras. Al día siguiente se conmemoraron los hechos del 2 de mayo en Madrid. Para honrar a las víctimas se estrenó en la catedral un suntuoso túmulo. Se decretó día de luto nacional. El día 16 de este mes llegaron de Tolón varios buques franceses para recoger a los prisioneros supervivientes de Cabrera. Mr. Duperrey, a bordo de uno de esos barcos, fue testigo ocular de lo que se encontraron los franceses al llegar a la isla menor: "Los prisioneros, a manera de cadáveres ambulantes, se arrastraron gateando por entre las rocas. [€] Los horrores del hambre y la sed arrastraron más de una vez a estas víctimas del fanatismo a cometer los excesos de los caribes de la Oceanía". Según Joaquín M.ª Bover, de unos dieciséis mil soldados confinados en Cabrera, solo sobrevivieron tres mil y pico. Algún historiador no ha dudado en calificar estas atrocidades como el primer campo de concentración de Europa. Finalmente, el 16 de mayo de 1814, los prisioneros franceses pudieron ser trasladados a Marsella. El día 20 de ese mismo mes sucedió lo que anhelaban los sectores conservadores: el rey acababa de abolir la Constitución de 1812. Esa misma tarde, en Palma, algunos exaltados, junto a algunos militares y algunas autoridades fueron a quitar la lápida del Born que rezaba "plaza de la Constitución". En su lugar colocaron un papel provisional en el que se podía leer "plaza de Fernando VII". Al caer la noche, la barahúnda fue a quemar un ejemplar de la Constitución delante de la casa del Jefe Político (liberal), y a continuación se empezaron a tirar piedras a las ventanas de las casas de los principales "adictos" a la Constitución. Al día siguiente continuaron los ataques a los liberales o constitucionales.

El cronista Barberi, siendo conservador, no escondía su malestar ante tal disparate: "...aunque reconozco la mano de Dios [en la abolición de la Constitución], no puedo sufrir que fomenten este desorden los que debían contentarse con gozar modestamente del triunfo". Día 21 se organizó un gran desfile militar en el Born y se juró fidelidad a Fernando VII. La euforia conservadora se mantuvo durante la tarde con la quema de ejemplares de la Constitución, periódicos y otras publicaciones de carácter liberal. Por si esto fuera poco, esa misma tarde se volvieron a colgar los sambenitos, que se habían quitado durante la Guerra, que recordaban los apellidos de judíos conversos que habían sido perseguidos y maltratados durante siglos. También se restableció la Inquisición. Siguieron los días de euforia con manifestaciones en las que se levantaban los estandartes de la Inquisición, los militares alzaban sus sables desnudos y más de dos mil ciudadanos gritaban aquello de "¡Viva la Fe, viva Fernando, viva la Religión, viva la Inquisición!". Fue tal el descontrol y los abusos que, el día 25, el Ayuntamiento publicó un bando prohibiendo todo insulto a familias y particulares con motivo de sus inclinaciones constitucionales.

Día 27, Josep Desbrull desde el balcón de su casa anunció que dimitía como alcalde constitucional. Personajes como Isidoro Antillón, Miguel Domingo, Victorica, Mas del Pla de Rey o el juez de letras Pablo Ignacio Sandino fueron represaliados por haber dado su apoyo a la Constitución. Al tuerto Pascual se le obligó a besar el retrato del rey y a gritar "¡Viva el rey, mueran los traidores!". El descendiente de judíos conversos, Bartomeu Valentí, alias en Moxina, que había invitado a todos los ciudadanos, -especialmente los pobres„ a comer en la Rambla con motivo de la aprobación de la Constitución de 1812, ahora era obligado a devolver al patio de la Inquisición una lápida antisemita que había comprado años antes.

Por otro lado, el obispo Bernat Nadal, padre de la Constitución de Cádiz, viraba hacia posicionamientos conservadores, publicando durante el mes de noviembre de ese mismo año una Carta Pastoral sobre "la corrupción de costumbres, desenfrenada libertad de las pasiones, y vanidades y locuras de las mujeres". En definitiva, el año 1814 fue el año del final de la Guerra de Independencia, al mismo tiempo que fue el embrión de un enfrentamiento que dividiría España por lo menos durante dos siglos.