Los vecinos de Jardí Botànic se preguntaban con recelo qué iban a abrir aquellos jóvenes donde durante años estuvo el Forn Cremat. ¿Un bar de copas? Temían que la respuesta fuera afirmativa. ¿Copas? Las justas, las de aperitivo o el spritz habitual de Italia, y a las 23, Toque de queda. Así han bautizado Alicia Arduini y Andrea Cavate al nuevo local abierto el pasado 8 de marzo. "Nos hizo gracia que fuera el día de la mujer", señala él.

Los vecinos baten palmas. Los nuevos inquilinos ocupan un histórico lugar, el antiguo Forn Cremat, una institución del paladar que cerró sus puertas en 2009. Las propietarias las hermanas Mari y Margarita Mas Ferrer les han arrendado este horno que suma siglos según los documentos encontrados. La historia lo sitúa entre el XIV y el XV y arraigado en un barrio que fue una de las salidas y entradas a la ciudad por vía marítima. Se dice que donde está el horno era un muelle. Restos no faltan. Alicia y Andrea se han ido topando en su restauración del horno con arcos de medio punto y leñeras. Por el momento estas zonas están clausuradas, a la espera de ver cómo se les da el primer negocio que montan juntos como pareja.

En realidad, Toque de queda es una champañería donde picar embutidos y quesos de calidad españoles, italianos y franceses. Ella elabora las focaccias y los pasteles o cocas. Le viene de casta. "Nací en un horno. Mi madre, Lorenza Incierti Massimini, es pastelera y estaba haciendo pan cuando rompió aguas", cuenta Alicia con una sonrisa de oreja a oreja. "Es por eso que me fijé en este sitio", añade. Su abuela materna, Antonia, también es pastelera.

La familia de Andrea procede de Carpi y ahí regentan un restaurante de comida tradicional emiliana, Il Carducci. "Me crié en el restaurante". Él, sin embargo, está en la retaguardia ya que su profesión es distribuidor de skateball. Ella trabajó en el restaurante de Barcelona Tonka y en el Teresa Carles.

El Forn Cremat es aún recordado con nostalgia. Todavía salivan al rememorar las ensaimadas, "las mejores de Palma", dicen sus padrinos. Quizá el cercano ficus del hospital de la Misericòrdia derramó lágrimas de azúcar. El árbol le ha ganado la partida al pan.

El interior de Toque de queda, rotulado por Sara Watson, la misma que muy cerca ha dejado su sello con la sirena en la bañera de Ducha Fresca, es cálido. Han conservado el obrador y la alacena donde se despachaba el pan y han recuperado el viejo. Han limpiado y dado color a la máquina de amasar, "hay que darle nueva vida", dice Andrea; los rastros y mercadillos los han recorrido de punta a punta. En la mesa larga, las sillas escolares devuelven la imagen de los hijos de la panadera Mari Carmen, Joaquín y Jaime atendiendo las clases de repaso que les daba a finales de los años 70 Cristina Bellver.

Alicia y Andrea se conocieron en Italia y juntos decidieron aprender idiomas y "otra vida" en Barcelona donde han vivido siete años. Ya barajaban la idea de abrir negocio pero la competencia es "muy dura allá; hay mucha oferta". Así que apostaron por una ciudad que les gusta, sobre todo, "porque aquí encontramos el aliciente de tener la naturaleza muy cerca".

Su idea es ofrecer el muy italiano spritz de martes a domingo, aunque ya desde las 10 está abierto a desayunos, comidas y así hasta las 23, viernes y sábado, y las 22 el resto de días. Cierra los lunes. Tienen ganas de dinamizar una zona que en un tiempo estuvo habitada por huertos, que fue muelle y donde los Maqueda acabarían horneando las ´mejores ensaimadas´ de Palma. Solo se dará el alto en Toque de queda con un aperitvo hecho con amor.