En algunos libros de comienzos del siglo XX se habla de personajes "típicamente decimonónicos". La Palma del XIX conoció una forma de vida más excesiva, jocunda, romántica o estrafalaria, que sus sucesores tras el cambio de siglo. De forma que en los años 30, por ejemplo, ya no se concebían aquellos caracteres. Tan "fin de siglo".

Algo así nos ocurre ahora. Y es un tema de reflexión que viene a la mente a raíz de la muerte de Miquel Pujol, el conocido "Miquel des Forn". Uno de los últimos representantes de la Palma del siglo XX en este siglo XXI. Equivalencia parecida a la de la anterior centuria.

En Miquel fue muchas cosas al mismo tiempo. Artista de la repostería. Panadero. Modelo pictórico o fotográfico de lo más cotizado. Comunicador, tertuliano. Incluso artista de cine con su propia filmografía. En la semipenumbra de su horno de Sa Pelleteria, salía siempre enfundado en su mandil. Con su silueta excesiva. Esgrimiendo esa actitud entre socarrona y tierna que siempre le caracterizó.

Los personajes del siglo XX eran más poliédricos. Degustadores del tiempo que pasa. Con una mezcla imposible entre lo pequeño y casi provinciano y el cosmopolitismo más absoluto. No en vano cabalgaron la llegada del turismo y la gran transformación social que originó. Habitaron una época de cambios, de relevos generacionales que finalmente no se produjeron. De muchas esperanzas que al final quedaron a medias. De mucho esfuerzo. Pero no por ello perdieron su manera peculiar de ver las cosas.

Figuras como la de Miquel son muy difíciles de encontrar en nuestro mundo contemporáneo. Acuciado por otros problemas, sometido a una transformación permanente. Con otro calendario de tiempo y de sensibilidad.