­Presume de ser el veterinario en activo más veterano de Balears y -muy probablemente- de España. El palmesano Pep Aguiló tiene 87 años, 64 de los cuales dedicados al ejercicio profesional en el cuidado de los animales. Aguiló siempre ha despachado desde su clínica en el centro de la Rambla de Palma, pero un malentendido con el propietario del local ha hecho que la cambie de ubicación. Desde ahora, pasará consulta en un nuevo establecimiento en la calle de Velázquez.

El antiguo local era la clínica veterinaria más antigua de Palma. Estaba abierta desde 1950, una época en que los cuidados de animales se centraban en vacas y caballos, y no en perros y gatos. Por aquella época compaginaba el negocio privado con el servicio en el ejército, también enfocado al cuidado de los animales castrenses.

El avezado veterinario recuerda que por aquel entonces las visitas costaban, literalmente, dos duros. "En el ejército ganaba 400 pesetas al mes. Pero una vez vino una mujer de Londres a mi consulta y me trajo a su perro y me pagó mil pesetas por una sola visita. ¡Ahí había negocio!", bromea.

Aguiló asegura que fue uno de los primeros de la isla en tratar pequeñas mascotas, lo que le sirvió para que durante el boom turístico de mediados del siglo XX fuera muy demandado por los extranjeros que visitaban Mallorca. A finales de los 60, la inflación y el aumento de faena hicieron subir la tarifa a 150 pesetas. La demanda de un profesional de los animales domésticos era tal que Aguiló explica que una rica estadounidense le llamó una vez para viajar de urgencia a Eivissa, donde ella pasaba las vacaciones.

La mujer alquiló un chófer que le fue a recoger a casa de noche, un avión privado para volar a la Pitiüsa mayor y otro conductor que le trasladó a la finca de la mujer. Solo tuvo que practicar un electrocardiograma al perro de la acaudalada, que acabó sanando. Por ello le pagó 50.000 pesetas, 300 veces más de lo que cobraba por la visita. Aguiló afirma que le sorprendió la cifra por excesiva, así que le dijo que no podía aceptar la cantidad. "La mujer me contestó que era el precio justo por el tratamiento, porque le hubiese salido más caro volar a Estados Unidos para que curaran al animal", explica el albéitar.

Aguiló ha sido profesor universitario y acumula reconocimientos como la medalla de la Organización Colegial Veterinaria de España. Pero él prefiere recordar que su pasión por el mundo animal comenzó en la finca de sus abuelos en la Vileta, donde alimentaba a las cabras y los conejos de la familia. "Antes a los animales se les quería como a uno más de la familia, pero ahora todo ha cambiado", asevera.

El abnegado veterinario, a sus 87 años, va cada día a pie a trabajar. Afirma que ha elegido la nueva ubicación en la calle de Velázquez, porque le queda más cerca de casa y porque el alquiler del local es más barato. Y augura que seguirá trabajando mientras el cuerpo se lo permita: "No me pienso retirar. ¿Yo qué voy a hacer en mi casa. Me moriría de pena sin hacer nada".